Músicos de la orquesta Divina Pastora ofrendaron su talento en la eucaristía que tuvo lugar en la iglesia de Santa Rosa, ayer, en honor a Armando Cañizales, el joven integrante del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela asesinado en Caracas durante una protesta antigubernamental.
La participación de los niños y jóvenes con la interpretación de los cantos litúrgicos fue una manera de “dar un mensaje por la paz” y exaltar la valía de un joven que, pese a no ser larense, compartían con él la misma afinidad por la música. A su vez, haberse sumado sirvió para seguir afianzando el deseo del maestro José Antonio Abreu de motivar a la población infantil y juvenil a ocupar el tiempo libre en actividades enriquecedoras como esta, aportó el director del núcleo, José Luis Giménez.
Para el párroco del santuario, Humberto Tirado, la mejor manera de rendir tributo es a través de las oraciones. De allí, lo oportuno de ofrecer la misa por el eterno descanso del novel violinista venezolano.
Las lecturas del día sobre la huella dejada por Saulo y Bernabé al salir a divulgar el mensaje de Dios en otras regiones y lograr durante la evangelización la conversión al cristianismo de cientos de incrédulos, alentó Tirado, ahora funcionan como recordatorio de que “todos estamos llamados a ser instrumentos de Dios para alcanzar la paz”.
Para alcanzar ese proyecto encomendado por el Padre, resaltó, se debe trabajar desde el entorno más cercano, es decir, el hogar. Alejarse de la violencia, sobre todo, en los días turbulentos que atraviesa el país, también es clave, recomendó el sacerdote. “Hoy nos duele la cantidad de muertes y corremos el riesgo de sentir rabia en el fondo”, alertó. Por eso, es necesario evitar devolver el mal.
En cambio, es imperante luchar en equipo. El ejemplo lo tenían los fieles dentro del santuario: la orquesta. Los músicos, ejemplificó el presbítero, tocan instrumentos distintos y en conjunto suenan armónicos. Así, dijo, deben actuar todos los venezolanos, a pesar de pensar diferente: “Debemos aprender a ser instrumentos de tolerancia”.
Añadió a la fórmula la autoevaluación. “Para ser un buen instrumento hay que limpiar el corazón de sentimientos como la rabia, la envidia y de las quejas”, aconsejó el rector de santuario.
La invitación permanente de Dios, insistió, es aportar para el bien común: “A pesar de tanta tiniebla en nuestro país, Dios nos pide que seamos luz”.