Fue Marx quien comprendió y analizó con mayor precisión el papel del trabajo y de los trabajadores como sujetos históricos. Para Marx el trabajo se había degenerado pasando de ser una creación natural del hombre a un proceso de esclavitud y enajenación. El hombre no se desarrolla en el trabajo por el contrario pierde su esencia humana, convirtiéndose en mercancía, el hombre solo es feliz fuera del trabajo. Tal como lo plantea en los Manuscritos de 1844:
…el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que, en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. (…) De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal (1986.p 108-109).
Pero además en esta mercantilización del trabajo Marx descubre- en lo que sería su aporte fundamental a la teoría del valor y la diferenciación de trabajo y fuerza de trabajo- que no es el trabajo lo que vende el hombre, sino su fuerza de trabajo, el trabajador recibe solo lo necesario para la sustentación, pero el salario nunca es equivalente a su producto. El salario para Marx “…no es la parte del obrero en la mercancía por él producida. El salario es la parte de la mercancía ya existente, con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva. (Trabajo asalariado y capital (1849. P.79)).
El trabajador en el capitalismo no es dueño de lo que el mismo genera producto de su esfuerzo, es de otro, el dueño del capital, que compra su fuerza de trabajo y la convierte en parte del capital, en parte de su propiedad, el trabajador le pertenece. El capital, que como lo plantea Marx, es solo producto del trabajo objetivado, no existe por cuenta propia: las maquinarias, el dinero, la materia prima han sido y son producto histórico del trabajo, no son naturaleza, es producto del trabajo objetivado, el trabajo que se enajena (roba) a su creador.
Para Marx, en el capitalismo el hombre se cosifica y objetiviza, se convierte en cosa y objeto, perdiendo toda esencia humana, sus capacidades físicas y espirituales se limitan. El trabajo o proceso de trabajo, de acuerdo a Marx, alude a un proceso de relación entre hombre y naturaleza a través del cual, al transformarla, el hombre proyecta su figura.
En las sociedades mercantiles donde prima la propiedad privada y la división del trabajo el hombre ya no aspira a “ser humano”, un hombre consustanciado consigo mismo, con los otros hombres y la naturaleza, sino que su vida se centra en poseer y tener cosas y para ello la posesión más importante y la más valorada es la de poseer dinero.
En su obra Marx llega a la conclusión de que el producto de la propiedad privada, del dominio de unas clases sociales poseedoras sobre otras que solo tienen su fuerza de trabajo, existe una relación contradictoria entre el capital y el trabajo, que solo será posible transformar cuando el trabajo como sujeto histórico se vea expandido en el resto del mundo, con la sociedad industrial capitalista, asuma conciencia de su situación de clase oprimida y alienada y enfrente el dominio del capital a través del proceso político revolucionario que los llevaría a una primera instancia al socialismo, como etapa transitoria- donde el Estado y la vanguardia revolucionaria tiene un papel protagónico-hasta llegar al comunismo, donde no deben de existir ni clases sociales, ni el estado, ni explotado ni enajenaciones.
Pedro Rodríguez Rojas- [email protected]