La ignorancia encaramada en el poder, la estupidez de sus oficiantes y compinches, el desprecio hacia la vida de los demás, hacia la libertad, el saber, la inteligencia y la incapacidad de dar solución a los ingentes problemas y necesidades del pueblo, han sido siempre condiciones de los tiranos, bajo cuyo poder mueren o quedan presos demócratas, intelectuales, empresarios, héroes, periodistas, estudiantes y líderes de la oposición.
En “Doña Bárbara” Rómulo Gallegos, empleó de acuerdo a aquella época, una simbología adaptada a los requerimientos de sectores afectados por una dictadura de hacienda, producto de resentimientos y odios volcados sobre quien se atreviera contradecir a la doña. Para los intolerantes la ley son ellos y por ende nadie está capacitado para desobedecerlos o derrotarlos. Los resentimientos de doña Bárbara demuestran lo que es capaz de hacer un individuo cuando el resentimiento enceguece y sobrepasa al mismo odio, ese que llevan dentro los pueblos como fiera que se rebela cuando son humillados y se cansan de sufrir golpes y maltratos. Ha aprendido de la peor manera que no se gana siendo sometido, esclavo ni tonto útil.
La bestialidad de los regímenes dictatoriales se ve reflejada en las novelas, así como las órdenes de un hombre cruel, ejecutadas por las manos de sus hampones y sometidos militares. Cada escritor realiza sus obras matizando con bellas alegorías las pugnas sociales y políticas desde el seno de sus escritos literarios. Uno de los temas más leídos es el de los padecimientos latinoamericanos. Es la historia de aquellos sujetos que llegan al poder administrándolo como si fuera su bodega o su hacienda o de aquellos militares que trasladan la colocación del cuartel a las formas de convivencia social, en donde es únicamente su voz la que manda y a la que hay que obedecer, igualmente pasa con aquellos raros sujetos iletrados y sin preparación que llegan al poder creyéndose inspirados de mesiánica fe, en la que se consideran proclamados como protectores, guías y únicos intérpretes de la verdad y de la voluntad popular. Sus demostraciones brutales no se compadecen con los legítimos intereses de la sociedad americana en general.
Sobre papeles van los novelistas produciendo sus escrituras, elaboradas a partir de obras respecto a las cuales se sitúa para narrarlas, bien sea en contra o a favor. Es en democracia, momento en el que se puede escribir en libertad, muy diferente al proceder de las Dictaduras cuyo trabajo es oprimir el pensamiento extirpándole toda libertad.
Ya se escriben historias de la etapa que viven los pueblos aporreados por los nuevos déspotas y la valentía de estos al lanzarse a la calle a defender sus derechos, temblando y sudando como si fueran héroes de una película. Son héroes. Animarse a pelear contra un verdugo amparado por las armas, ya es un heroísmo. La novela es un tremolar de hojas amarillas que se muestran en librerías y quioscos que se pierden en manos de lectores desconocidos. En ellas no falta el testimonio de los expatriados, tampoco el olor a metralla, a bombas, a pánico, a héroes y hechos que quedan presentes por mucho tiempo en el alma y la memoria. Después de leer se siente dentro del pecho el amargor que movió las plumas a escribir tal o cual historia. Algo queda siempre dentro mordiéndonos el corazón y cuando somos nosotros quienes vivimos los embates de la tiranía, nos desbocamos. Algunos echaremos fuera todo el descontento y la rabia, otros se los llevarán a la tumba, reseca la tierra de tanto esperar justicia.
Continúa la próxima semana.