En medio del caos político, social y económico del país, siempre surgen las buenas noticias, esas que elevan el orgullo de una nación rica en recursos y llena de talentos que no dudan un segundo cuando se trata de llevar su nombre en alto y de resaltar lo bueno.
Zakarias Zafra, escritor y poeta nacido en suelo crepuscular, es uno de esos tantos talentos que hacen recuperar el aliento a los venezolanos. Recientemente participó, como digno representante del país, en el IX Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico y tuvo la responsabilidad de ofrecer el discurso inaugural, además de compartir experiencias con poetas de otras 14 naciones.
Aunque se encuentra radicado en México, seguir su pista es tarea fácil gracias a su disposición de responder cualquier mensaje que venga de su ciudad natal y a su constante actividad en las redes sociales, así como en su página web personal. Cuando fue contactado por el equipo de EL IMPULSO respondió de inmediato, entusiasmado por compartir parte de lo que vivió en Puerto Rico.
El maravilloso poder la tecnología nos permite tenerlo cerca y celebrar los triunfos que, en sus tres décadas de vida, ha ido cosechando desde que se inició en el mundo de la música y en el de las letras, esas que ahora son su pasión de vida, con las que cautiva y expone un talento nato.
-¿De qué se trató su discurso inaugural en el Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico?
-Por obra del azar me tocó abrir el ciclo de lecturas de los poetas internacionales, el día de la inauguración del Festival, en el teatro de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Mis primeras palabras fueron para Venezuela, porque el poema que llevaba para esa noche de alguna forma rozaba el dolor y la pérdida que estamos sufriendo los venezolanos en estos tiempos oscuros. Afortunadamente, el mensaje contó con la solidaridad inmediata y espontánea de todos los que ahí nos acompañaban.
-¿Qué significó para usted esta invitación al festival como digno representante de Venezuela?
-Es una de las más valiosas experiencias que he tenido. Fueron 16 poetas en total, de Latinoamérica y Europa, seleccionados por el comité organizador. Para mí fue un gran honor contarme entre ellos, además de ser, también por obra del azar, el más joven de los invitados. Llevar el nombre de Venezuela junto con el mío es un motivo de celebración, pero también de profundo respeto. Son tiempos para hacer de la palabra un puente y a la vez una tribuna para dar a conocer a nuestros vecinos del mundo todo lo que nos está pasando. Llevé ese compromiso, más que con alegría, con una enorme reverencia.
-¿Cuál fue su mayor aprendizaje de la experiencia en el Festival, en ese compartir con poetas de varias naciones?
-Conocer de cerca las difíciles realidades de nuestros hermanos latinoamericanos. La colonización moderna en Puerto Rico, la violencia de Honduras y El Salvador, el exilio de poetas dominicanos y chilenos, entre muchas otras. Desde Argentina hasta México, todos compartimos no sólo un pasado común, sino un desafío colectivo. Me fascinó, especialmente, descubrir las incontables similitudes entre los puertorriqueños y venezolanos, así como todos esos matices remotos que nos hacen caribeños y latinoamericanos. Cada día, cada minuto de ese festival valió la pena.
-¿En qué se asemeja y en qué se diferencia el mundo de la poesía que existe en su Venezuela natal y el existente en el resto de los países latinos?
-Ya se ha dicho que Venezuela es un país esencialmente lírico, más que narrativo. Creo, sin duda alguna, que contamos con una de las tradiciones poéticas más ricas del continente y del mundo. Por otra parte, el hecho de pertenecer a una gran comunidad lingüística nos da coincidencias y hallazgos asombrosos, pero hay una gran originalidad en el uso del lenguaje en cada país. Cada palabra, aunque dicha por todos de la misma forma, contiene en cada hablante una memoria distinta. De ahí que las vibraciones de cada poeta sean tan familiares y tan desconocidas a la vez. Nuestra poesía puede dialogar con todas. Dialogar en el plano del idioma y en el de lo no dicho; pero lo más hermoso está en lo remoto y lo irreconocible de cada poema, aún cuando sea pronunciado en un idioma común.
-¿La poesía tiene puentes?, a propósito del mensaje final que usted escribió en un post de su cuenta Facebook, con una foto acompañado por colegas de Puerto Rico, Honduras, El Salvador, Guatemala, Dominicana y España.
-La poesía tiende puentes. La poesía es humanidad. La palabra, en sí, es la herramienta inmediata para acercarnos, para hacernos visibles ante el otro. En una gran comunidad como la de hispanohablantes, la poesía (y la literatura en general) es una manifestación de proximidad. Por siete días, esos 16 poetas de dos continentes fuimos una sola palabra. Y no solo porque nos «entendíamos» sin traducciones, sino porque nos juntaba ese idioma noble de la poesía.
-Por último, ¿cómo siente a Venezuela y a su ciudad natal desde la distancia?
-Aunque el tiempo ha sido corto, estar fuera de mi país me ha dado nuevas miradas para entender y valorar, aun con más claridad y respeto, las virtudes y contradicciones que configuran nuestra identidad como venezolanos. El país está pasando por un momento muy duro que exige hablar claro, mirar(nos) bien, reconocernos a la par que buscamos avanzar. Siento que Venezuela, después de este bache histórico, fundamental y aleccionador por demás, va a dar ese paso.
-Barquisimeto, mi ciudad, vista de lejos, es el paisaje de la memoria: todo lo que tuve, todo lo que hice, todo lo que seguirá siendo siempre. Hay momentos en que la distancia es necesaria para aclarar los ojos y renovar el aire. Comprendernos mejor abre la posibilidad de mejores aportes. Y eso es lo que quiero hacer: dar y seguir caminando.