Como periodista, Luis Rodríguez Moreno, que sobrepasa el medio siglo de ejercicio en EL IMPULSO, no le gusta dar consejos sobre su profesión pero sí recomienda a los nuevos comunicadores sociales que, a falta de vivencias, deben leer mucho y preocuparse por el buen uso del idioma.
Debido a su experiencia como ex concejal, le preocupa el crecimiento desordenado de Barquisimeto y la falta de autoridad demostrada por quienes tienen la responsabilidad de hacer más humana una ciudad que cada vez pierde las características urbanísticas que la convirtieron, hasta hace unas dos décadas, en la envidia de otras capitales del país.
Como aficionado a los toros y cronista de la fiesta defiende al ejemplar de lidia que defiende su vida y cuando demuestra su casta y bravura se le indulta y envía a las tierras de origen rodeado de un verdadero harem.
Como fanático del fútbol es admirador del Real Madrid, desde sus años de estudiante del colegio La Salle.
-¿Messi o Cristiano Ronaldo?
-Para los barcelonistas Messi para nosotros Cristiano, ambos son dos grandes figuras deportivas.
Sus opiniones acerca de estos aspectos las emitió en el Desayuno-foro que sostuvo con el Director de este diario, arquitecto Juan Manuel Carmona Palenzona. Fue una conversación donde abundaron las anécdotas, que produjeron risas sonoras.
Orgulloso de San Juan
-¿Dónde nació?
-En el barrio San Juan, en la maternidad Luisa Cáceres de Arismendi. Me siento orgulloso de haber venido al mundo en uno de los primeros sectores de aquella ciudad amena, agradable, humanizada y de trato cordial.
-¿Hermanos?
-Éramos siete. Una de mis hermanas, lamentablemente falleció. Fue una gran pérdida.
-¿Dónde realizó sus estudios?
-Las primeras letras me las enseñaron las hermanas Rojas, las señoritas Antonia y Andrea. Luego estudié en el Colegio La Salle.
-¿Qué hacía su padre?
-Era comerciante. Fue socio con uno de sus hermanos en una zapatería.
-¿Y su madre?
-Una excelente maestra de escuela, que no dejó de ser poetisa.
-¿Dónde vivía?
-En la carrera 17, entre 35 y 36, al lado de la casa de don Eligio Macías Mujica, que llegó a ser el periodista más respetado de Barquisimeto. Le decían el príncipe de la palabra. Su hijo, Salvador Macías, fue un gran periodista. Ambos ejercieron una gran influencia en mí.
-¿Hijos?
-Los que tengo son mi verdadera pasión. Son chicos y chicas muy talentosos. Hay que darles todo el crédito a sus madres.
Periodista sin horario
-¿Cómo llega al periodismo?
-Cuando estaba en el cuarto grado era el primer colaborador de los periódicos murales del colegio. Yo gané un premio de periodismo estudiantil y vine a EL IMPULSO a recoger el premio. Eran 150 bolívares. Comencé a escribir en La Nación, diario de los hermanos Miguel y Juan Romero Antoni, artículos de farándula.
-¿Cómo se vincula con EL IMPULSO?
-Acompañaba a don Eligio Macías Mujica por las tardes cuando iba a EL IMPULSO a entregar las pruebas de su columna Acotaciones, que le enviaban para que las corrigiera. Una tarde, que estaba en el diario, se incendió La Casa del Pintor, en la carrera 21 entre las calles 29 y 30. Como no había periodista en la Redacción, Ricardo Emilio Martínez me mandó, acompañado del reportero gráfico Antonio José Peña, El Gordo, a que fuera a buscar la información. Y cuando regresé escribí con mucha dificultad porque nunca había utilizado una máquina. Todavía lo hago a dos índices. Así es como me hice reportero.
-¿Cuál fue el hecho que más le impactó?
-Una señora vino a la redacción para denunciar que su pequeño hijo había desaparecido misteriosamente en Palo de Olor, cerca de Carora. Ya habían ocurrido otras desapariciones. Con el gráfico Julio César Navas comencé a investigar el caso y logramos seguir un autobús que era utilizado para llevarse a los menores. Pero, de repente se nos perdió ese vehículo y luego lo vimos regresar sin ninguno de los pasajeros. El caso lo hicimos saber a la PTJ, donde el comisario Carlos Alberto Villavicencio se mostró muy interesado y nos envió con dos funcionarios al sitio, donde se entraba por una estrecha abertura que había en una enorme peña que daba a la quebrada. Regresamos y después volvimos con refuerzos y fue posible encontrar al sujeto que secuestraba a los muchachos. Cuando lo detuvieron el delincuente responsable del lugar me dijo que los espíritus se vengarían por mi intromisión. Días después me disparé accidentalmente un arma y muchos pensaron que se había cumplido la “maldición”.
-Escribí 18 capítulos de ese suceso que lo hice conocer como la “Mansión Negra” en alusión a una película que había visto antes. El lugar era llamado “Nosotros somos”, pero eso no llamaba la atención como sí impresionaba el título de la película.
-¿Y en qué terminó eso?
-Gustavo Carmona, que había sustituido al anterior director Roberto Chacín, me dijo que no siguiera jugando a los policías y ladrones. Me envió Deportes y junto a Alfonso Saer comenzamos a cambiar el modelo de las páginas deportivas.
-¿Y el Rincón de los Miércoles?
-Primero, apareció la columna con mi nombre, pero un día no pudo salir por falta de espacio. Roberto Riera, quien era el jefe de Deportes, me dijo que iba a buscar un rincón para insertarlo. Y cuando me preguntó qué nombre le daría a la sección, yo le dije: tú ya le pusiste el nombre del Rincón.
-¿Cómo ha sentido el periodismo?
-Como una pasión interminable. He sido periodista sin horario. Porque cuando uno se entrega en alma y corazón a esta profesión la siente permanentemente, esté donde se encuentre uno.
La ciudad que se ha ido perdiendo
-¿Qué siente por su ciudad?
-Cuando me desempeñé como concejal existía un gran interés por hacer que Barquisimeto fuese agradable a propios y extraños. Por cuatro años consecutivos fue la ciudad más limpia de Venezuela. No se favorecían las invasiones y se creó un equilibrio urbano que permitió al ciudadano una mejor calidad de vida. Lamentablemente, se ha dejado que crezca desordenadamente. Que se caotice. En esta parte quiero darle todo el crédito de esa gestión al ingeniero Omar Montero, presidente de la municipalidad y a todos los concejales que integramos la cámara municipal.
-¿Qué se debe hacer?
-Volver a los valores que se han abandonado. El desprendimiento y la responsabilidad por hacer las cosas. La función pública no responde a las expectativas del pueblo por ese populismo que ha envilecido a la gente.
Los concejales de antes no percibían un céntimo por sesión. Ni tampoco los diputados de la entonces Asamblea Legislativa. Se realizaban debates de altura. No había insultos, ni insolencias, ni ataques personales, porque la política se practicaba con decencia.
Y, por supuesto, todos los que llegaban mediante el voto a ejercer esas funciones gozaban del respeto de la población. Hoy en día vemos que son utilizados sujetos para agredir, para amedrentar, para imponerse sobre la voluntad de los demás.
Y lo peor es que hay una impunidad creciente, arrolladora, que está insuflando cada vez mayor fuerza a la delincuencia.
El papel de los medios
-¿Hacia dónde se dirige la comunicación social ahora que las redes sociales cada vez tienen mayor atractivo?
-El periodismo impreso sigue siendo el principal factor de comunicación para el público. La gente puede tener conocimiento de los sucesos en forma instantánea, pero siempre busca cerciorarse con la palabra impresa. Es por ello que en estos momentos casi 700 millones de personas leen los periódicos todos los días. Es por ello que las dictaduras y los regímenes de fuerza le tiemblan al papel y hacen todo lo que pueden para impedir que circulen. Pero, no podrán jamás silenciar la información y la opinión.
-¿Qué consejos le daría a los jóvenes periodistas?
-No me gusta dar consejos, pero si es recomendable que el periodista sea un gran lector. He dicho muchas veces que las escuelas de periodismo deben convertirse es salas de redacción para que los futuros periodistas se vayan preparando, porque generalmente cuando llegan a los medios es cuando comienzan a aprender lo que tienen que hacer.
-LRM ha sido en su vida un impenitente viajero por el mundo…
-He visitado cuatro continentes gracias a mi profesión. Si me preguntas por mi ciudad favorita, no puedo dudar cuando digo que Madrid. Confieso que soy muy ‘españalófilo’ y muy barquisimetano.