La zozobra y el temor se apoderaron de los barquisimetanos este lunes, luego de que se presentaran represiones en varios puntos de la ciudad a grupos de manifestantes que piden a gritos “un cambio de gobierno”. Actos vandálicos se encontraron en un módulo de la policía estadal, comercios y hasta obras públicas.
Una noche tensa y de penurias, insomnios y desvelos por saber lo que pasaba con cada venezolano que había salido a la calle a ejercer su derecho a la protesta, donde la utilización de armas no reglamentarias para salvaguardar el orden público se hizo presente. Las horas nocturnas pasaron a la expectativa de cómo sería el día siguiente, de cuáles serían los resultados.
48 detenidos, dos heridos de bala fue el saldo que dejó la hazaña de quienes reprimieron las concentraciones opositoras, afectando no solo a jóvenes y estudiantes, sino a menores de edad y personas de la tercera edad.
Sin embargo, al amanecer los ciudadanos salieron a sus trabajos, diligencias y cotidianidades sin problema alguno, el comercio abrió sus puertas y continuaron los trabajos del día a día. En un recorrido realizado por un equipo reporteril de EL IMPULSO, se evidenció la calma y tranquilidad que había en el centro de la ciudad.
En las inmediaciones del local de Helados Cali -quienes sufrieron grandes pérdidas en la noche del lunes-, el comercio formal e informal se encontraba a la espera de cualquier hecho irregular que se presentara para bajar sus santamarías.
Una farmacia ubicada justo al lado de esta distribuidora, no abrió sus puertas como regularmente lo hacen, atendieron a través de una ventana y mantenían la seguridad activa, dispuestos a cerrar para salvaguardar su integridad y la del negocio.
Por otra parte, algunos encargados de diversos locales ubicados en la avenida Vargas, enviaron un acta a la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en solicitud de seguridad y protección porque los saqueos en la zona vienen presentándose desde hace unas semanas, cuando la panadería que se encuentra en intersección con la avenida Venezuela, sufrió ataques y robos durante la noche (se desconoce los culpables), con una pérdida mayor a un millón de bolívares.
No solamente los establecimientos registrados presentan estas situaciones, los vendedores ambulantes y buhoneros también se encuentran atentos y dispuestos a terminar su jornada laboral pues consideran que “prefieren perder por no vender, que perder todo el puesto”.
De esta forma aunque salieron a trabajar, están conscientes del riesgo que podrían correr. Así mismo sucedió en un centro comercial ubicado en la avenida Lara al este de la ciudad, pues al inicio de semana tuvieron que cerrar sus negocios a tempranas horas del día, dejando de percibir las ganancias regulares. Desde las 3:00 de la tarde inició el cierre de estos locales, se estimaba que ayer cerraran desde la 1:00 pm pero al no presentarse ningún hecho fuera de lo normal se extendió hasta las 4:00pm. Trabajadores y encargados de las tiendas comentaban que sentían temor y que habían ido a sus labores por miedo a perder sus empleos.
Uno de los establecimientos que vende arepas, estimó que en las horas que dejaron de trabajar perdieron aproximadamente 350 mil bolívares.
Pero es importante resaltar, que aún luego de vivir una batalla campal en las calles de la ciudad, se sentía una “tensa calma”, cómo lo denominaron muchos ciudadanos a través de las redes sociales.
Mucho se ha hablado de que los venezolanos tienen memoria a corto plazo, y esto se demuestra claramente al saber que aún con más de 60 jóvenes detenidos el día sigue transcurriendo con tranquilidad.
El miedo y el temor están presentes y son perceptibles ante los ojos de cualquiera, sin embargo es la necesidad económica, las precarias condiciones de vida lo que lleva a salir al trabajo diariamente.
Pese a todas las situaciones, la fe y la esperanza que siempre ha caracterizado a los venezolanos sigue presente, por lo que los comerciantes esperan poder cubrir, al menos, el pago del personal.