Ojalá y esta palabra pueda motivar a muchos, en especial a todo cristiano, a leer esta reflexión, por cuanto encuadra perfectamente en estos días que llaman santos. La verdad, no pretendo juzgar a nadie. El único que tiene potestad para juzgar es Dios. Nuestro Señor Jesucristo. Porque es nuestro Salvador y Redentor. Pero sí voy a hacer una reflexión dirigida a aquellas personas que han olvidado la muerte vicaria de nuestro Salvador y anteponen, en su adoración, otros personajes.
La forma como murió nuestro Señor es un asunto que ya hemos tratado. Pero, será un tema de estudio y admiración por la eternidad. De hecho, su muerte en la cruz fue tan horrenda y dolorosa que nació un nuevo término para graficar el dolor que sintió nuestro Señor Jesucristo en su agonía: “excruciante”. Que significa “dolor de la cruz”. De trece a dieciocho centímetros de largo, afilados hasta la punta, eran los clavos que los romanos usaban en la crucifixión. Se clavaban por las muñecas y no en la palma de la mano como algunos piensan. Atravesaba el nervio mediano, el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo, por lo cual produce un dolor similar al que uno siente cuando se golpea accidentalmente el codo y se da en ese huesito (en el nervio llamado cúbito). Imaginen, tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio…, así era el dolor que Jesús experimentó cuando era clavado en la cruz. Al romper ese tendón y por tener sus muñecas clavadas, fue obligando a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.
Pero antes, fue brutalmente azotado. Lo cual no valoramos en su justa dimensión, sino, no acudiríamos en oración a personajes que consideramos intercesores ante el Dios Padre. El soldado romano usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas bolas provocaban moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás golpes. El látigo también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente. La espalda quedaba tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos. Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas y las piernas. Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante. Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos; y el dolor era tan insoportable que literalmente no existían palabras para describirlo, por lo cual se tuvo que inventar esa nueva palabra con la cual encabezamos este artículo.
Aquel, que murió en estas condiciones es a quien rechazamos, sustituimos y desvalorizamos, arropándonos con tradiciones y errores de interpretación bíblica , hasta quitarle la investidura de ser Uno con Dios Padre y Espíritu Santo. Amigos, en toda situación debemos mirar siempre a la cruz del calvario para que veamos que nada de lo que pueda pasarnos se compara con lo que sufrió nuestro Señor y solo a él debemos adoración y obediencia. “Mirad al Calvario hasta que vuestro corazón se derrita ante el admirable amor del Hijo de Dios. No dejó nada por hacer para que el hombre pudiera ser elevado y purificado. Y, ¿no lo confesaremos?” Elena de White. Buena pregunta. “Hasta el martes Dios mediante. Próximo artículo “A propósito del 19 de Abril”
William Amaro Gutiérrez. [email protected]