#RevistaGala 8 barreras que impiden…: ¡Escuchar a Dios!

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“Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. “ Mateo 6.6

Mantener una buena comunicación no solo con quienes nos rodean, sino también con Dios es tan vital como el oxígeno; si nos sentimos mal, si la tristeza nos embarga y la angustia nos arropa él estará allí esperando a que nos acerquemos…  si la situación es diferente y la felicidad plena toca nuestra puerta, él también estará para acompañarnos y guiarnos. Agradecerle por todo lo que nos concede y permite en nuestras vidas debe ser nuestra principal acción del día.

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Escuchar su palabra no es nada difícil, siempre y cuando nos quitemos las ataduras terrenales y abramos nuestro corazón para recibir sus mandatos, hagamos que nuestros días valgan la pena, una sencilla oración puede hacer la diferencia. Por ello, quisimos plantearles una serie de situaciones o barreras que nos impiden escuchar lo que nuestro señor quiere decirnos…

La barrera de la culpa

Frecuentemente nos encontramos con situaciones difíciles que van condicionando nuestras actitudes ante la vida, sin embargo, estas deben ser vistas como una oportunidad de aprender, a fin de no volver a tropezar; cuando en lugar de ello, vemos estas circunstancias como una oportunidad de culpar a Dios por lo que nos pasa, automáticamente construimos una enorme barrera que crea distancia e impide que su palabra toque nuestro corazón.  Él no tiene la culpa, todo lo que permite en nuestra vidas tiene una valiosa razón.

La barrera de la impaciencia

A todos nos gusta recibir respuestas rápidas, olvidando que cuando se trata de Dios el tiempo es perfecto y solo él sabe el año, el mes, la semana, el día, e incluso, la hora exacta en la que nos dará lo que pedimos. Cuando no tomamos en cuenta ese detalle, tendemos a abandonar la oración y en consecuencia nuestra comunicación con él, creando una barrera que bloquea sus respuestas.

La barrera del rencor

“el rencor enferma” escuchamos siempre, sin embargo, en ocasiones hacemos que nuestro corazón sea el hogar de este sentimiento, producto de la rabia; debemos recordar que mientras más tiempo este habite en nuestro ser, más grande se hará el muro y la palabra del señor ordena que,  debemos  tener un corazón reconciliado con nuestros hermanos para poder escuchar su voz.

La barrera del ancla

Los pecados siempre serán pecados, sin importar desde el punto que los miremos no podremos  cambiarlos o hacerlos menores. Tal vez, no somos perfectos y en nuestro intento de llevar una vida buena podemos incurrir en alguno de ellos, Dios aborrece el pecado y ama al pecador, por eso debemos evitar sentirnos cómodos con cualquier acción que nos pueda avergonzar ante sus ojos, no nos anclemos en el pecado, levantémonos y sigamos adelante.

La barrera de la envidia

Todos tenemos talentos y así como nos gusta sentir los plausos debemos saber aplaudir a los demás. Cuando se tiene envidia, formamos una barrera que impide la acción de Dios en nuestra propia vida pues, nos enfocamos en aminorar al resto en lugar de trabajar por crecer física, mental y espiritualmente. Todo lo que tenemos viene dado por él y debemos usarlo para hacer el bien.

La barrera de la inquietud

Bien es cierto que las preocupaciones siempre están a la orden del día esperando a que agarremos una, como si de un papelito se tratara, absorbiendo así toda nuestra concentración mientras intentamos resolver lo que nos aqueja y justamente esa inquietud nos hace olvidar que  existe un ser divino al que nos debemos aferrar,  entreguémosle el control y trabajemos agarrados de su mano.

La barrera de la lengua

Así como esta nos puede acercar más a Dios también puede alejarnos, de nada nos sirve mantener constante comunicación con él, si una vez que ese momento personal termine convertiremos nuestras palabras de fe en puñales contra aquellos que nos rodean. Maldecir no consiste únicamente en decir una palabra ofensiva, cuando hablamos mal de otros también estamos maldiciendo.

La barrera del orgullo

De la misma forma en la que este nos impide escuchar a otras personas, también nos impide escuchar y acercarnos a Dios, nos hace sentir superiores y olvidamos que como él no hay igual.

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