Nelson Fréitez: Vivo detrás del conocimiento

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Si los periodistas de esta casa editorial pudiéramos reconocer a una fuente por siempre estar dispuesta a declarar sobre diversos temas y a toda hora, una de ellas sería el profesor Nelson Fréitez, quien fue nuestro invitado al Desayuno-Foro de EL IMPULSO.

En amena charla el docente universitario compartió detalles sobre su vida y trayectoria profesional con el arquitecto Juan Manuel Carmona, director de EL IMPULSO; José Ángel Ocanto, jefe de Redacción; y Juan Diego Vílchez Valbuena, coordinador-editor.

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Fréitez es barquisimetano, nació el 20 de septiembre de 1954 en la Maternidad Concepción Palacios, ubicada frente a la Plaza San Juan. Con orgullo contó que se crió en el mercado El Manteco.

Comentó que su mamá, Crucita Amaro de Fréitez, quien estudió en el Instituto Mosquera Suárez con Casta J. Riera, tenía para el momento del parto 24 años. Es el menor de cinco hermanos.

“Pesé cuatro kilos y medio y medí 57 centímetros. Mi mamá me parió por lo cual creo que fue una heroína. Yo soy hijo de la reconciliación porque mamá y papá tenían dos años separados. Esta altura mía debe ser producto de la energía invertida en esa reconciliación porque mis familiares no son altos”, bromeó.

Su papá, Juan Francisco Fréitez, fue comerciante de El Manteco. Sus padres trabajaron juntos durante 50 años.

“Mi mamá impartía clases en la primaria nocturna para pagarse los estudios. Mi papá necesitaba una secretaria y le dijo a Casta J. Riera que le mandara tres muchachas y escogió a mi mamá para toda la vida”.

Relató que sus padres iniciaron un negocio que en principio comenzó con ventas al detal pero luego se convirtió en mayorista. En el año 58, el negocio ganó el Premio Plumrose por haber vendido más Diablitos en el país. El premio consistió nada menos que en un viaje a Dinamarca, donde estaba la casa matriz de la empresa. Estando allá, los comerciantes se enteraron que su negocio era el que había vendido más Diablitos en el mundo ese año, por lo cual la empresa les solicitó escribir sus estrategias de ventas.

“Mi papá, que no fue a la escuela ,se formó como comerciante en la universidad de El Manteco, donde desarrolló sus capacidades. Con él aprendí la motivación por la acción social porque fue parte de la Fundación Amigos de Barquisimeto, cuando estaba Raúl Azparren”.
Su papá era un hombre de mucho empuje, de una voluntad muy férrea, exigente y duro. Su mamá era sinónimo de ternura.

Sus estudios

Estudió hasta 4to grado en el Colegio Cecilio Acosta. Ingresó al Colegio La Salle en 5to grado. Se graduó de bachiller en el año 70 con 15 años de edad. Recordó que en una oportunidad lo expulsaron. Era un estudiante promedio pero bromista, rebelde con la autoridad e irreverente, con ideas libertarias. Le gustaba incluso alterar las reglas de la casa. En el colegio formaba grupos y desafiaba a los profesores.

“Tenía una actitud desafiante todo el tiempo porque en esa época uno recibía mucho casquillo de los compañeros. Tendía a ser la oveja negra. Valoro muchísimo mi formación lasallista, humanística y científica. Me encaminaron hacia la lectura y la escritura”.

Tras graduarse de bachiller descubrió que le gustaban las Ciencias Sociales pero por tener dos hermanos agrónomos decidió estudiar Agronomía en la URCO. Luego se dio cuenta que no tenía habilidades para la Física y la Química por tanto que era sensible a la Ciencias Sociales.

“Estudiando Agronomía vi Sociología, carrera que inicio en la UCAB en el 73. “Pese a mis antecedentes de rebeldía mi papá respetó mi decisión, me acompañó a la inscripción y apostó por eso”.

Mientras Fréitez estudiaba en la UCAB iba mucho a la UCV, se inscribía en los cursos de extensión, en los seminarios, etc. Siempre ha estado tras la búsqueda del conocimiento. Esto lo llevó a seguir Sociología en la UCV, donde se graduó de sociólogo en el 78.

“Yo vivía en la universidad. Estaba ahí desde las 6:30 de la mañana hasta las 9:00 de la noche cuando ya no había, foros, teatros o películas. Viví la época universitaria con mucha intensidad”.

Fue delegado al Consejo de Escuela en Sociología y miembro del Cine Club de la carrera.

Regreso

“Me vine menos por decisión y más por despecho”, contó.

Comenzó dando clases en el Básico, hoy Uptaeb, luego en el Pedagógico y más tarde en el Centro de Investigación de la Escuela de Administración por lo cual entró a la UCLA, donde también se dedica a la actividad social y se vincula al grupo Planteamiento. Hacía los foros del cine club Amábilis Cordero, donde conoció a Juan Arcadio Rodríguez.

Una de sus expectativas era vincularse a la gente que organizaba foros en defensa de la ciudad. Conoce a religiosos con los cuales trabaja a lo largo de la década de los 80’.

En el año 82 forma parte del Colectivo Formación Popular que desarrolló cursos en las comunidades populares. En el 83 entró a Fudeco.

“Esas son mis dos escuelas de servicio público. Esa combinación me permitió tener lecturas de la sociedad, relacionarme con gobernadores, alcaldes y empresarios pero también con la gente en los barrios”.

Por esa época se reencontró en Barquisimeto con una compañera de la Escuela de Sociología, con quien se casó y tuvo dos hijas: Lorena, quien fue ministra de Agricultura Urbana y ahora está asociada al proyecto y espacio cultural Tiuna el Fuerte en Caracas y María Eugenia, quien le acaba de dar el primer nieto. Ella impulsa proyectos entre productores y consumidores.

Tras nueve años de matrimonio se divorció. Se reencontró y casó hace cinco años con la profesora y socióloga Yonaide Sánchez, coordinadora regional de Transparencia Venezuela.

El larense y el venezolano

El larense aprendió a negociar, lo caracteriza su sangre dulce, no es pedante, no es arrogante, no intenta echarle en cara a la gente los méritos académicos, el larense suele ‘pasar agachado’ y prefiere mostrar a través de obras y hechos lo que vale, le importa mucho la opinión en cuanto a su ética, valores, familia y tradiciones, se cuida mucho de no parecer que marca diferencias sino que busca coincidencias, así lo describe Fréitez.

Esas particularidades tienen que ver con la influencia del semiárido como condicionante en los procesos económicos, sociales y políticos.

“No somos tributarios de la minería o de la renta petrolera. Los excedentes económicos suelen ser producto del ahorro, del trabajo, de generaciones que han producido con austeridad, por eso es que tenemos fama de pichirres. El larense, a la hora de tomar decisiones, no se apresura porque los recursos vienen del esfuerzo. No somos hijos de la renta, por eso las decisiones se toman con rigor”.

Mientras que en política el larense es conservador

Explicó que el venezolano está impregnado por esa mentalidad rentista que nos hizo muy desmedidos, vinculados a la abundancia, al consumo, con muy poco valor hacia el ahorro, muy impulsivo y dependiente. El siglo XX nos marca esa presencia absoluta del Estado y subordinación a la renta petrolera.

“Tenemos una serie de virtudes en términos de sensibilidad social y apertura pero desde los 60’ hay una tendencia negativa hacia las prácticas clientelares populistas y paternalistas de los partidos políticos. El populismo político nos ha hecho mucho daño”.

Por otra parte destacó que nuestro pueblo no tiene conciencia histórica y le falta profundidad. Nuestra vida no tiene suficiente densidad porque ni valoramos ni estudiamos la historia.

“Como va viniendo, vamos viendo. Tenemos superficialidad en nuestros valores. Nos preocupa más qué le vamos a servir a los visitantes al momento de celebrar la Primera Comunión del hijo que el propio sacramento”.

En lo político

A su juicio actualmente tenemos un déficit de sociedad civil que tiene que ver con una sociedad rentista, donde el Estado ocupa demasiados espacios y tenemos una economía que no ha logrado desarrollarse plenamente por el rentismo.

“Nuestro déficit de sociedad es producto del déficit económico. Más bien, Lara tiene una economía relativamente autónoma de la renta petrolera. Tenemos empresarios que nunca han recibido un crédito del Estado o divisas preferenciales y desarrollan su emprendimiento con su propio esfuerzo. Aquí tenemos sociedad civil porque tenemos economía”.

El sociólogo no plantea la sustitución de los partidos pero considera que en la medida en que los ciudadanos asumamos más responsabilidad sobre lo público podríamos hacer propuestas de incidencias públicas y dialogarlas con los partidos, incluso para que surjan nuevos liderazgos ya que en Lara nuestro liderazgo político muestra que le falta formación y que las élites no circulan porque no hay elecciones internas en los partidos.

Apuntó que el personalismo en la política nos hace mucho daño, por lo cual necesitamos desarrollar liderazgos colectivos y centrarnos más en las estrategias que en la figura.

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