Apareció en el momento justo para salvar a Brasil de otro papelón. Ni más, ni menos que Tite, el técnico que metió a la “verdeamarelha” en el Mundial Rusia 2018, después de una seguidilla de ocho victorias.
Llegó al timón brasileño en junio del año pasado, luego que la Confederación de aquel país cesanteara a Dunga por los malos resultados de la “canarinha” en la Copa América Centenario de Estados Unidos. Tenía, entonces, el mando del Corinthians, pero salió de su zona de confort para asumir un reto de envergadura, y superarlo con nota alta, por encima de las expectativas.
Su ciclo comenzó el 1° de septiembre, en la séptima fecha de las eliminatorias suramericanas, con un triunfo 3-0 sobre Ecuador, preludio de lo que vendría luego, una andanada de conquistas, con vuelta a la esencia del fútbol brasileño, ese “jobo bonito” característico de aquella tierra, con el que ha renovado la ilusión de la parcialidad amazónica. Entonces, a su llegada al mando brasileño todo era incertidumbre, con una selección que estaba lejos de la cima, con solo nueve puntos, tras las primeras seis fechas. Hoy es el pentacampeón del mundo es el primer clasificado de la Conmebol y todo el vecino país se rinde a los pies de Tite.