Para los vecinos del caserío El Placer una pequeña lluvia significa una situación sobrecogedora, porque están conscientes de todas las contingencias que se les avecinan.
Miembros de la comunidad aseguran que desde hace seis meses aproximadamente, las cloacas de la zona que tienen más de 30 años sin ningún tipo de mantenimiento, colapsaron por completo y apenas cae una pequeña llovizna sus patios se inundan y poco a poco han ido perdiendo sus enseres a medida que el agua entra a sus hogares.
Desde entonces han efectuado reiteradas llamadas a Hidrolara y siempre obtienen la misma respuesta: “vamos en dos días; su pedido está pendiente o ya los vamos a atender”, tal como lo informó Juan Carlos Romero. Sin embargo, los residentes del lugar se cansaron de esperar y hace 15 días decidieron tomar acciones: cerraron la vía principal del sector y quemaron cauchos. “Esa fue la única manera de que nos atendieran”, expresó Romero.
Evidentemente al día siguiente Hidrolara llegó al lugar y abrieron una zanja de unos 10 metros, en donde iniciarían enseguida la restauración de las tuberías. Sin embargo, el día de ayer se cumplieron 15 días desde que la institución visitó la comunidad que “sufre un calvario” mientras pasa esta vaguada por la entidad.
Para Dulimar Castillo, quien vive a una cuadra del inmenso bache, el tener esa zanja allí se ha significado para ella un problema de seguridad y salubridad. “Cada vez que llueve el hueco se socava cada vez un poquito más, ya es un peligro para los vehículos pesados que pasan por ahí y no sabemos cuándo lo comenzará a ser para las viviendas. Igualmente el olor de la cloaca es insoportable y lo tenemos allí día y noche”.
El hogar de Juan Luis Romero es una de esas más de 20 viviendas donde su patio se convierte en un pozo cuando comienzan a caer las precipitaciones. “Cuando las aguas caen revientan en las tanquillas, pero estas por estar colapsadas se dirigen calle abajo y se estancan en nuestras viviendas. Lo peor de los casos es que cuando es mucha la cantidad de agua, el nivel sobrepasa la entrada y allí es cuando nos comenzamos a inundar y perder nuestros enseres”.
Junto a Romero vive su abuela, cuyo nombre no quiso decir pero quiso abogar en nombre de los miembros de su comunidad. La señora relató que sufre de diabetes y que desde hace meses dejó de conseguir su medicamento y que para no entrar en crisis trata de mantenerse en paz, pero desde hace seis meses su día a día se ha convertido en una constante zozobra.
“Tengo inicio de pie diabético y la semana pasada cuando llovió se inundó la casa y me ensucié con esa agua totalmente contaminada y pasé varios días en reposo porque estaba sufriendo de una infección”. Como ese, contó cantidad de relatos de niños que han sufrido de problemas respiratorios, digestivos, hepatitis y e scabiosis a causa de esta desatención del servicio.
Romanos Rojas, vecina de la zona, comentó que la paciencia se les está por acabar y que de no ser atendidos en las próximas horas, una vez más la vía en la zona será obstaculizada con una quema de cauchos.