Retumbaban aún las armas en Carabobo cuando nuestros gestores de la libertad sin cambiar siquiera el uniforme se lanzaron hacia la recompensa por la hazaña y el sacrificio de su tiempo para forjar una Patria no levantando el músculo para el trabajo creador sino estableciendo el sistema de la corrupción administrativa como forma destructiva del civilismo y las leyes.
Se transformó entonces la libertad y el progreso en bandera personal y los hasta ayer defensores de las prédicas de honestidad bolivariana más bien convirtieron la victoria militar en Derecho para desde los albores republicanos hacer del erario público una fuente desde con el mayor descaro rellenar sus bolsillos de los escasos dineros de una Nación anémica luego de la guerra.
El sector militar nunca fue honesto en eso de administrar los fondos públicos y más bien envenenó con sus actividades postlibertarias el camino hacia el desarrollo económico, dejando de usar el ímpetu del triunfo sobre el Imperio español como fuerza necesaria para salir del subdesarrollo. En esa primera etapa del modelo corrupto de Estado éste funcionó bajo la maquinaria represiva contra el pueblo, alejado de la justicia social, la democracia y la libertad real de los ciudadanos. Los civiles con el cuento de cuartel del bolivarianismo fueron salvo excepciones “mirones de palo”, cuando entre generales y coroneles se jugaba la suerte de las pocas riquezas de la Nación.
En este riguroso esquema nacido desde las “teorías” interesadas de la fuerza armada necesaria para disciplinar al venezolano y sus debilidades se produjo la perversión de este asunto, cuando el petróleo muy bien calificado como “excremento del Diablo” llenó el vaso del veneno necesario para alimentar con fuerza demoníaca las ambiciones de los corruptos del sector militar con la excusa de su necesidad para controlar el recurso natural con sabor nacionalista y defenderlo con energías suficientes para la defensa de la Patria, lo cual en verdad siempre ha sido una farsa financiera para “cogérselo todo” y dejarle solo migajas al pueblo, por lo que nunca sale de la pobreza.
Las ruedas del tiempo algunas veces han arrimado a los uniformados hacia la cooperación con alianzas militares cívicas para aplacar a la masa protestante y hasta se dieron períodos de “civilismo” controlado desde los cuarteles. Su amor por la corrupción nunca cesó y desde allí siempre participaron en el fácil arte de gozar de los privilegios derivados de apoyar el modelo corrupto petrolero.
Llegado el momento y por efecto de la corrupción el gobierno civil se debilitó, sentando las bases para el resurgimiento del “militarismo” a su plenitud en el siglo XXI, siendo favorecido por el aumento creciente de los precios del petróleo para establecer récord de corrupción nacional e internacional y dar una batalla contra la honestidad de forma implacable, para dejar claro la constante del sector militar como garante histórico del delito contra la cosa pública y a la vez motor dinámico de la corrupción en este sistema denominado “socialista” sin saberse el porque de tal definición.
Por ahora la corrupción nos congeló el progreso y la abundancia y solo un nuevo modelo de honestidad podrá con su calor de trabajo productivo abrirnos el camino en este siglo tan agitado y exigente.
Tony Rivera Chávez
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