Datos oficiales del informe “Revisión nacional 2015 educación para todos” solicitado por la Unesco a los gobiernos exponen que en Venezuela hasta hace dos años había 7.878.538 niños y adolescentes inscritos en todos los niveles de primaria, resaltan un incremento de la matrícula de 29 por ciento entre 1998 y 2010 y una deserción escolar de 0,3 por ciento registrada en el periodo 2012-2013. Las convocatorias a actividades como la resuelta, recientemente, a propósito del 62 aniversario de Fe y Alegría, fundamentado en las preguntas ¿Cómo educamos con las aulas vacías? y ¿Dónde están los jóvenes? desnudan una realidad distinta, dos años después de la presentación de las estadísticas de aquel documento.
La vasta experiencia como coordinador nacional de la formación de educadores de Fe y Alegría le permite a Antonio Pérez Esclarín analizar los problemas que enfrenta la sociedad venezolana cuando se echa un vistazo al modelo educativo.
En primer lugar, Pérez Esclarín difiere del concepto de calidad divulgado por el Gobierno nacional: “Ahora se quiere confundir cantidad con calidad. Cuando se dice que tenemos educación de calidad se dice que hemos dado cinco millones de Canaima o que hemos dotado de libros. Eso es muy bueno. Pero la pregunta es esta: ¿Con esas Canaima, con esos textos, los alumnos aprenden mejor que antes?”.
Tampoco hay respeto hacia la profesión. “Necesitamos que la educación pase a ser el gran proyecto del país. Todo el mundo dice que el futuro de la humanidad está en la educación. La educación es el pasaporte a un mañana mejor, pero estamos maltratando a los educadores”, acusó el experto.
Parte de ese “maltrato”, refirió, es el “sueldo de miseria” con el cual son remunerados. “No es posible que la educación sea de tercera o cuarta categoría. Tenemos que tratar a los educadores de acuerdo a la importancia de su misión”, sugirió.
Precisamente, este punto fue debatido en la Asamblea Nacional, el pasado 14 de marzo, cuando una comisión de profesores del estado Cojedes tomó el derecho a palabra durante la sesión ordinaria. Esa porción de gremio, refiere en la nota de prensa del día, denunció fallas en los pasivos laborales, desigualdad de salario entre los docentes estadales y los nacionales y una cobertura de gastos médicos insuficiente.
La diputada del parlamento nacional, Dennis Fernández, afirmó la diferencia en la remuneración. Un docente estadal, dijo, obtiene 42 mil bolívares y un nacional hasta 66 mil mensual.
Cuando se retiran no obtienen mejores bonos, tal como lo puso de relieve la parlamentaria por Lara, Bolivia Suárez, durante la sesión. Por eso, afirmó, hay quienes temen jubilarse.
Adicionalmente, el sistema educativo actual, a juicio de Pérez Esclarín, elige equívocamente a quienes dirigen la estructura educativa: “La politiquería es lo que está matando la educación. También, muchos cargos se dan no por la experiencia sino por la fidelidad politiquera y este es el problema. Muchos que ocupan cargos directivos no son educadores, no tienen pasión por la educación, no vibran por la educación”.
Tanto como algunos ocupan posiciones no acordes a la trayectoria y los conocimientos adquiridos en el camino, otros no están siendo moldeados como lo exige una profesión cuya misión es dar las bases educativas a la generación de relevo.
Ante la interrogante de que parte de la responsabilidad recaiga en las misiones gubernamentales y su forma de formar nuevos profesionales, Pérez Esclarín repuso: “El problema es que no se entiende en qué consiste la formación. La formación se concibe meramente como preparar masivamente a los educadores, a dar alguna materia y a comunicar alguna ideología”.
Lo idóneo, dijo, es darles herramientas para desarrollarse como persona y como profesional, independientemente de la posición política. De allí, insistió, lo imperante de la reconciliación y la aceptación del otro con sus ideas, aunque sean distintas.
Soluciones las hay, pero para alcanzarlas, recomendó el profesor, el Gobierno debe “aceptar que la educación está mal”, intercambiar ideas y permitir orientaciones de duchos en materia educativa. Citó como ejemplo el progreso de Fe y Alegría por haber demostrado “en los barrios, con gente pobre, que es posible una educación mejor”. Es justa la participación de universidades como la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) en los debates, no que se le excluya como ocurrió en la propuesta de reforma curricular, recordó. Hace falta, también, inversión “genuina”, añadió.
¿Qué es educar?
En orden de prioridades la educación no ocupa el lugar que amerita, si es que se desea abonar el semillero de talentos, considera el autor de libros como Educar valores y el valor de educar.
Para tomar un camino más sólido, se debe entender el significado de educar, “cincelar corazones”, es decir, aportar conocimientos, sentimientos y valores; razón, corazón y espíritu, “porque la educación ha fracasado en todo el mundo en su objetivo fundamental que es ser mejores personas”, según la definición de Pérez Esclarín. Para lograrlo, el entrevistado está convencido de que se debe crear un sistema educativo cultivador del respeto y la valoración del otro.
Completa la fórmula la pasión con la cual los docentes ejerzan el trabajo. Este rasgo lo enfatizó Pérez Esclarín en uno de los artículos publicados en el blog que lleva su nombre. En esas líneas escribe que la misión de un educador no es enseñar sino provocar ganas de aprender. Por eso, cuando se le pidió una ampliación de esa convicción, explicó: “En primer lugar, el educador tiene que ser un apasionado del aprendizaje, una persona que disfruta enseñando, una persona que está siempre aprendiendo, pero no para acumular currículo sino para servir mejor a sus alumnos”.
Venezuela nos necesita
Para los jóvenes que en masa están emigrando de Venezuela para poner en práctica la profesión –cualquiera que sea- en otra nación, Pérez Esclarín suena campanadas de alerta: “Yo lo que haría reflexionar a los jóvenes es que tienen mucha razón en no ver futuro, pero Venezuela les necesita, requiere una juventud aguerrida, valiente, que se la sepa jugar por este país (…) El reto no es solo vivir un poco mejor, sino realizarse como personas, sentirse a gusto. La felicidad no está afuera. Buscamos la felicidad en el dinero, en el placer, en el poder y no la buscamos en el único sitio que existe. La felicidad consiste en vivir a gusto consigo mismo, es tener paz en el corazón, es tener una meta en la vida por la que merece la pena trabajar, luchar y hasta si es posible morir”.
Parte del trabajo de recuperar el optimismo corre por cuenta de los medios de comunicación, valoró, y de ciudadanos dispuestos a ser ánimo, gente que, como él, siembre esperanzas para ser el timbre que recuerde a los jóvenes cuán importante son para el progreso del país.
“Tú (joven) tienes una tremenda responsabilidad. En vez de preguntarte qué va a darme Venezuela, pregúntate qué estás dispuesto a dar y trabajar por Venezuela”, dejó para la reflexión.