Por la puerta del Sol – La verdad y el hábito de jugar limpio

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“Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: Coraje para vivir, generosidad para convivir, prudencia para sobrevivir” (Fernando Savater).

El mundo prepara a sus niños para que crezcan, tengan posibilidades, conozcan de arte, de política, se les facilita infinidad de información para que piensen acerca de lo que viven, de los problemas sociales, de la globalización, lo último de las ciencias, la tecnología, lo último de la moda, el último pirsin etc., pero casi nunca se les inculcan valores morales, la decencia, la honestidad, el respeto, la responsabilidad. Se les enseña a ganar y más ganar, pero no que a la vuelta de la esquina puede estar el fracaso del que no sabrán cómo recuperarse si solo saben de ambicionar y tener. Al hijo se le debe hablar de las caídas y cómo levantarse. Muchos jóvenes viven como si fueran de otro planeta, no se percatan de la injusticia social, de la corrupción, no se les crea conciencia del maltrato a los animales, de la discriminación etc.

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¿De qué le sirve a un hombre ser profesional de rango, tener dinero, poder y muchos conocimientos si no conoce de moral, de humildad, de respeto hacia los demás ni sabe ser gente? No siempre se está arriba. Arrieros somos y en el mundo andamos…
La ética es la ciencia de la voluntad en acción que impulsa el hombre hacia el bien. Es ella la base de la ciencia de las costumbres, del buen obrar de la voluntad, principios y reglas de la conducta que dirigen el hombre hacia el bien. Desde muy chico el niño debe aprender a diferenciar entre lo que es el bien y lo que es el mal, es esencial dialogar con él para que vaya captando valores morales y sociales que sienta piedad que piense y razone.

Las bases de la personalidad moral se adquieren desde el hogar y la escuela, poco a poco los niños van descubriendo con el ejemplo de los mayores lo que son los valores y respeto a los demás, por sí mismo aprende a saber lo que es el derecho de todos y el suyo de opinar en libertad, enfrentar sus errores y reconocer su propia valía. El esfuerzo hace que confíe en sí mismo y se sienta satisfecho de hacerlo bien, la honestidad abre puertas en la amistad y en el trabajo; ser recto estimula la confianza de los demás, se aprende a solucionar no a lamentarse.

Una ética aprendida, en teoría no es más que una ética a medias, mientras que la ética aprendida a punta de ver ejemplos y de tener guías, la va descubriendo el niño por él mismo y la va aplicando.

De una manera hermosa y entretenida en las fábulas se encuentran los valores más importantes de la vida. La tarea de los padres más que poner el niño frente a una computadora para que no moleste ni se aburra, está en guiarlo hacia su necesidad de razonamiento moral, hacia su libertad de decidir, de ser, de pensar, de vivir entre humanos y aprender a tratar a todos con bondad.

Las fábulas son maestros en la enseñanza de verdaderos valores, normas, comportamientos y despertar de buenos sentimientos. En la memoria queda aquel cuento que nunca se olvida y siempre en alguna circunstancia brota recordándonos cuánto vale ser un hombre bueno, educado, rico en virtudes. Un poco de tiempo sacrificado por el bien de los hijos no es estéril siembra.

“El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender” (M. Montaigne) Pienso, piense, pensemos si estamos educando honorables caballeros o burdos patanes.

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