Quien se adentre en la filosofía griega con suficiente curiosidad descubrirá las cosas asombrosas que aquellos griegos hicieron con los muy pocos recursos que tenían a su disposición y que los obligó a utilizar intensamente su inteligencia. Uno de estos griegos fue Pitágoras, quien vivió entre los siglos 6 y 5 antes de Cristo.
Los resultados del trabajo de Pitágoras han permeado a toda la cultura. Fue matemático, geómetra, teórico de la música, astrónomo y, en general, un descubridor. Hoy podemos decir, con toda seriedad, que somos pitagóricos pues seguimos haciendo lo mismo que Pitágoras comenzó a hacer en su tiempo: encontrar relaciones entre el mundo real y el mundo abstracto de los números.
Hoy, un ingeniero cuando calcula una columna, al final de su cálculo obtiene una serie de números –abstracciones- que expresan las características reales que debe tener la columna para que se sostenga: alto, ancho, largo, con un concreto capaz de resistir una compresión de otro tanto, etc. Y todo esto comenzó con Pitágoras.
Para tener una idea de cómo es el mundo real inevitablemente recurrimos a cifras y más cifras y a la descripción de estructuras geométricas. Obviamente, en la medida en que más y más científicos van describiendo nuevas estructuras, el volumen de números que hay que manejar crece exponencialmente. Las computadoras vinieron en nuestro auxilio y nos ayudan a hacer los millones de cálculos en milisegundos, pero no tenemos ninguna seguridad acerca de cómo logró Pitágoras hacer sus cálculos y llegar a conclusiones que todavía hoy son correctas: tal vez escribía sobre cuero, sobre papiro, sobre camas de arena, etc. pero muchos de sus planteamientos seguramente los realizaba mentalmente.
Él no estaba descaminado cuando afirmaba que el universo es una gran aglomeración de números interrelacionados, era una visión mística. Hoy ya no necesitamos ni la mística ni el pensamiento esotérico para ir ampliando las fronteras del conocimiento, pero todo esto comenzó con Pitágoras, lo que fue seguido por sus discípulos.
Pitágoras hizo otra cosa que se sigue haciendo hoy y que nunca ha dejado de hacerse: creó un grupo que se autodenominaba “los matemáticos”, una suerte de sociedad discreta, en la que los discípulos no solo discutían las propiedades matemáticas del universo, sino también adoptaban normas de conducta muy ascéticas y realizaban rituales místicos referidos a la transmigración de las almas hacia otros cuerpos. Ya en sus tiempos se discutía el movimiento de la tierra alrededor del Sol y aunque el movimiento de la Tierra alrededor de su eje no fue descubierto por Pitágoras, lo fue por uno de sus discípulos.
También descubrió relaciones armónicas numéricas entre los sonidos y las utilizó para establecer la armonía entre el cuerpo y el cosmos, algo equivalente a lo que hoy es tan común: la música para relajarse y meditar. Y lo que no podemos olvidar: él desarrollo varios teoremas de geometría, entre ellos el fundamental teorema de Pitágoras.
Pitágoras fue el equivalente al Einstein moderno pero también fue una especie de santón, pues predicaba que la vida de cada individuo, personal y colectiva, debía ser reflejo del orden y armonía del universo, algo que ciertamente pocos atienden hoy. Einstein hizo lo mismo: aunque sus fórmulas ayudaron a construir la bomba atómica, nunca dejó de predicar la paz y el entendimiento entre los hombres.