A veces el masoquismo aprendido nos impide ver la realidad desde la perspectiva correcta y asumimos inconscientemente el discurso del adversario. Pero detrás de la historia del desconocimiento de la Asamblea por parte de la tiranía, se esconde la épica de la resistencia parlamentaria, poco reivindicada incluso por sus protagonistas. El caso es que a pesar de la persecución atroz del Gobierno hoy la Asamblea Nacional sigue funcionando con pleno reconocimiento internacional, legislando, investigando y debatiendo todas las semanas en favor de un cambio.
La dictadura comenzó desconociendo sus actos declarando la inconstitucionalidad de las leyes aprobadas, luego desconoció sus competencias negando sus facultades de control sobre los estados de excepción y de interpelación a los ministros, para desconocer finalmente a la institución completa y a sus miembros. Hoy tenemos a diputados secuestrados, desincorporados y con prohibición de salida del país, en franca violación a la inmunidad parlamentaria. Amén de la asfixia administrativa que le niega al poder legislativo el manejo de su presupuesto y dejó sin sueldo nada menos que a los diputados electos con el voto popular.
En medio de esos embates sumados a amenazas permanentes, la mayoría de la Unidad Democrática sigue trabajando semana tras semana defendiendo a todo riesgo los espacios obtenidos con el favor del pueblo. Es un ejercicio de resistencia democrática que merece ser valorado en su justa dimensión. Detrás de cada quórum que como Secretario de la Cámara me toca constatar, está el sacrificio personal de decenas de diputados que por mera convicción y compromiso se trasladan desde sus regiones a Caracasprocurándose sus propios medios, muchos de los cuales han sido agredidos físicamente y tienen amenazas de muerte. Mientras que los diputados del oficialismo abandonaron sus curules y se rindieron, entregando así el espacio que durante quince años habían dominado. Un triunfo político que quizá no se ha sabido explotar.
Lo cierto es que la Asamblea Nacional está como el país, y sus diputados no distan mucho del pueblo que representan. Todos estamos en resistencia democrática contra un enemigo común que es la tiranía hambreadora, esa que persigue y oprime a todos por igual. El pueblo debe ver en el parlamento el reflejo de su propia lucha y ver con empatía a esos diputados que resisten para que su situación cambie. Solo al Gobierno le conviene que tiremos a perdida lo alcanzado con tanto esfuerzo y nos refugiemos en la desesperanza. Pero la verdad es que recuperamos la Asamblea, la conquistamos, y aunque el Gobierno disimule, no podrá ir muy lejos sin un parlamento que apruebe su presupuesto y endeudamiento. Solo queda seguir resistiendo, junto al pueblo, claros en que más temprano que tarde le tocará el turno a Miraflores.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
José Ignacio Guédez
Twitter: @chatoguedez