A diario oímos y sentimos como en nuestras propias familias se nos están yendo nuestros hijos. Si bien no hay cifras oficiales al respecto, se calcula podrían ser mas de dos millones de personas las que han salido del país en los últimos años, la mayoría jóvenes. Según resultados de una encuesta reciente de la firma Datos, señala que al menos el 77% de los consultados entre 18 y 21 años aseguró que se irían de Venezuela si tuviesen la oportunidad. También lo haría 67% de las personas de 22 a 35 años (http://notitotal.com/2017/02/24/encuesta-77-los-jovenes-venezuela-quieren-emigrar/).
El sociólogo Tomás Páez, en su libro La voz de la diáspora venezolana (2016), ha organizado la emigración en lo que llama las tres “E”:
1) Emprendedores: el 20% de quienes han emigrado son emprendedores; han creado empresas de todo tipo y, en ese sentido, son creadores de riqueza, empleo, semilla democrática y cohesión social. Por lo demás, constituye una importante ganancia de capital intelectual y económico, para la necesaria y próxima reconstrucción del país.
2) Empleados: el 65% de quienes han emigrado trabajan en empresas, instituciones y universidades. Ingenieros, médicos, contadores y administradores, arquitectos, sociólogos, comunicadores sociales, etc.
3) Estudiantes de idiomas, de postgrado y pregrado, especialización en sus respectivas áreas de experiencia y formación.
Por regiones, el primer lugar lo ocupa Europa con cerca de 700 mil venezolanos. Por países, el primer lugar Estados Unidos con más de 300 mil, seguido por España, Italia y Portugal. En Latinoamérica encontramos a Panamá y Colombia. (/www.revistavenezolana.com/2016/10/tomas-paez-bautiza-valencia-libro-la-voz-la-diaspora-venezolana/)
Entendemos que junto a la crisis económica, la especulación galopante, la escasez, lo malos sueldos, la violencia generalizada, son razones suficientes para pensar emigrar, sobre todo los jóvenes, quienes además de la desesperanzan no ven pronta salida a esta situación. Solo en el 2015 se produjeron más de 28 mil homicidios y con más muertos que en la guerra de Siria. Más de 250 mil homicidios desde que se inició este mandato. El número de homicidios del quinquenio Rafael Caldera (1994-1998) culminó con una cifra de un poco más de 4 mil homicidios.
Estamos claros que la mayoría de los que se habían ido eran miembro de los sectores pudientes y de la clase media, pero ya vemos a jóvenes humildes haciendo esfuerzo para comprar un pasaje y dispuesto a irse sin nada pero llenos de esperanzas, que sin estudios y formación técnicas están llamados hacer los trabajos más serviles e indeseados. Peor aún es constatar que muchos jóvenes humildes dejan sus estudios y ante la imposibilidad de viajar se dedican al bachaqueo o a cualquier otro acto delictivo.
Los estudios universitarios -a pesar de las nuevas oportunidades- ya no son garantía de nada: hasta hace algunos años tener un título universitario era garantía de poder subsistir, levantar una familia, aspirar a convertirse en miembro de las clases media, hoy eso ya no es así. La mayoría de profesionales apenas superan el sueldo mínimo, pero con una cantidad de exigencias: desde la vestimenta, alimentación, servicios médicos, vehículo, casa, recreación, que normalmente no se las hacen los miembros de la clase obrera.
Pero consciente también estamos que muchos de los que se han ido han regresado, ya sea porque la crisis es generalizada a nivel mundial, no existen “los paraísos terrenales” que muchos se imaginan antes de partir. Muchos de los que han emigrado- por vergüenza y para no ser vistos como fracasados- mienten sobre su situación real. Otros han regresado por los malos tratos sufridos o por el apego a la familia y a la tierra deciden volver. Por más que nos hablen de “sueño americano” de “paraísos terrenales”, nadie está como en su casa, su familia y país. La xenofobia se ha desatado a nivel mundial, hasta entre nuestros propios vecinos, a los cuales paradójicamente hemos recibido por millares en las últimas décadas.
Hay que diferenciar entre la emoción y necesidad de salir y otra cosa es el vivir en otro país. Mientras que es turismo y vamos a consumir y gastar muy bien recibido somos, pero eso cambia cuando vamos a trabajar y a vivir, nos ven como invasores, sudacas, venacos, paradójicamente en un país como el nuestro donde casi la tercera parte de su población es de inmigrantes: colombianos, europeos, asiáticos, a los cuales tratamos con cariño y como hermanos. Quien tiene lazos familiares y de arraigo histórico y cultural difícilmente pueda ser feliz en otras tierras, así tenga mejor bienestar económico y seguridad. Continuará…
Pedro Rodríguez Rojas
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