A José Gerardo Mendoza Durán, dedico.
Un niño se constituyó en senderos que vencieron el tremedal. Para lograr coronar con éxito la empresa de su vida. Fieros cujíes se atravesaron en su paso de alpargata y soledad. La tierra agrietada por la feroz resequedad, escuchó sus sueños confundirse en el canto del turpial. Sus ojos se fueron llenando de horizontes desconocidos, mientras su tierra quedaba en la vera del camino. El olor al fogón todavía estaba impregnado en su piel afiebrada de nuevas experiencias, que iluminaran sus deseos de trascender en el umbral del tiempo.
Cada paso enarbolaba la victoria de quien anda en la búsqueda de un destino mejor para su vida. No era que renegaba de su origen humilde, al contrario, solo qué anhelaba otros rumbos en donde desarrollar sus inquietudes. La realidad lo fue acercando al nuevo escenario de sus vivencias. Las alpargatas amarillentas con el polvo de su origen- en esas partículas de tierra- quizás viajaban las bendiciones de Dios que lo observaba desde el cielo azul. Sandalias adheridas al sueño de obtener una nueva forma de vida que honrara al tronco familiar. De Volcancito hasta Quíbor, para desde el fecundo valle emprender la ruta hasta Barquisimeto y más allá. Una promesa de proseguir de manera infatigable hasta cumplir cada quimera alojada en las entrañas. Esa fuerza transformadora hizo que el niño no le diera oportunidad a la desesperanza como portadora de pésimas noticias. Ese tosco espécimen pocas veces tocó su ancha puerta. Desde la ciudad de los crepúsculos comenzó un crecimiento sostenido; que lo hizo pasar de las modestas bodegas hasta empresas de amplio prestigio internacional. Teniendo a su familia como la mejor de ellas, todo un ejemplo de amor y crecimiento. Formando una prole llena de profesionales y de ciudadanos leales a los principios que aprendió en la humilde casa de bahareque. Los hizo del barro que encontró en sus primeros pasos cuando salió de su lar para llegar hasta la entrañable Quíbor. La ciudad encrucijada de sembradíos; el fértil valle fue su primera estación en el tren de la vida. Esas cosechas de victorias escribieron en el pizarrón de su alma. Observó las manos de los hombres arrancarle al suelo los rubros que llegarían a las cocinas de todos. El ejemplo del tesón del pueblo trabajador también lo ayudó a realizar su epopeya.
Los éxitos hicieron que recorriera el mundo. Nueva York con sus probabilidades infinitas lo reconocieron en sus calles con millones de historias. Avenidas atestadas de negocios de reconocidas fama y abolengo financiero. Bibliotecas y museos en donde este niño devenido en hombre de bien, se instruyó en las grandes realizaciones. Desde aquí los prístinos aires lo llevaron a recorrer a Europa con su pompa del pasado colosal. Ciudades milenarias: cargadas de mágica historia- de zapatos relucientes- que nunca lograron hacer olvidar el valor de aquellas alpargatas nacidas de manos humildes. Es el mismo personaje andariego que logró llegar al cenit de sus ilusiones profundas. En uno de esos periplos le tocó al hombre-niño recibir la bendición del Papa Juan Pablo II. Las manos de un orfebre tocaron el rostro del niño color de tierra sedienta del Municipio Jiménez. El gran prelado auspiciante de un cambio profundo lo contempló en minutos de gloria. Atravesó las maravillas vaticanas con el paso seguro del mocito hecho volcancito de emociones. Obras maravillosas de excelsos artistas, escuchó voces ceremoniosas mientras observaba la grandeza reflejada en aquel encorvado hombre de mirada profunda y rasgos de bondad. Junto al Cardenal Rosalio Castillo Lara, anduvo en la Roma que acuñó la semblanza de un imperio que cabalgó durante siglos. Calles empedradas en el remilgo de emperadores y héroes que llegaron con pueblos conquistados en sus alforjas de guerra. Capital del auge y la caída del hombre antiguo; que libró la batalla entre el conocimiento y la enunciación de sus inmoralidades senatoriales.
José Gerardo Mendoza Durán es verdadero promotor de las mejores causas de la región. Es fundamentalmente un exitoso emprendedor que colecciona en su haber lauros y amigos.
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