Desde el inicio de su campaña electoral, Donald Trump manifestó la intención de enfrentar el déficit comercial de la economía estadounidense mediante una política comercial proteccionista, centrada en un retorno a la actividad económica “puertas adentro”.La misma, ha tenido diferentes interpretaciones a nivel planetario y está sujeta a la viabilidad de concretarla más allá de la retórica. En el caso concreto de América Latina, los impactos pueden ser variables, y se prestan para diferentes consideraciones:
México y Centroamérica
México es el país de América Latina más vulnerable a las medidas políticas, comerciales y migratorias anunciadas por la administración Trump, en una guerra mediática cuyos primeros efectos se han hecho sentir en las cotizaciones del peso mexicano.Desde 1994, forma parte del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) junto con Estados Unidos y Canadá, el mismo ha estrechado los vínculos entre las economías de los tres países, con un notable incremento de comercio, inversión y manufactura en la zona fronteriza entre EEUU y México. Para noviembre 2016, Estados Unidos enviaba a México el 16% de toda su oferta exportable, pero la balanza comercial entre ambos países reflejó un superávit de 59.000 millones de dólares para el país azteca. (USA. Departamento de Comercio. Nov. 2016). La revista británica The Economist situó este superávit en 65.900 millones de dólares en 2016. Según Bloomerg, cinco millones de puestos de trabajo estadounidenses dependen de este intercambio. Destacan en esta relación comercial, los sectores automotriz, electrodoméstico y maquinaria, donde México ha logrado una importante ventaja comercial. En el 2015 la venta de automóviles fabricados en México a EEUU superó los dos millones de unidades. Trump, que pretende renegociar el TLCAN, ha amenazado con imponer aranceles de hasta 30% a estas importaciones. En este sentido, empresas como Ford Motor Co. han cancelado proyectos de inversión en nuevas plantas,por presiones provenientes de Washington. A pesar de esta favorable relación comercial, el 80% de las exportaciones mexicanas van hacia suelo estadounidense, lo que refleja una fuerte dependencia de la relación con su vecino del norte.
Factor determinante de esta coyuntura son los trabajadores mexicanos en Estados Unidos, muchos de los cuales residen de manera ilegal en ese país. Trump se ha referido a ellos en términos despectivos y xenófobos. Ha expuesto la idea de construir un nuevo muro en la frontera, que sería financiado con los aranceles impuestos a las importaciones provenientes de México. Esto afectaría a los inmigrantes mexicanos y de Centroamérica. Las remesas que los trabajadores emigrantes envían a sus respectivos países es otro de los aspectos a considerar. Las mismas representan el 2,5% del PIB mexicano, pero son claves para la estructura del PIB en países como Honduras (18% del PIB), El Salvador (17%), Guatemala (13%) y Nicaragua (9,6%). Trump ha amenazado gravarlas con impuestos.
Suramérica y el Caribe
Los primeros efectos sobre la región, parecen dirigirse hacia un congelamiento de los avances logrados por el expresidente Obama en el restablecimiento de las relaciones con Cuba. Este tema debe ser debatido en el Congreso, donde los republicanos partidarios de Trump tienen mayoría.
Aunque la política económica de la Administración Trump hacia Suramérica no está perfectamente definida, no debería cambiar significativamente; es importante destacar que desde hace tiempo, la región no constituye un objetivo geoeconómico relevante para Washington.
En el caso de Mercosur –con o sin Venezuela-su prioridad se orienta hacia la constitución de un acuerdo comercial con la Unión Europea. El viaje del presidente argentino Mauricio Macri a Europa en Julio del 2016,estuvo enmarcado en el relanzamiento de las negociaciones entre ambos bloques económicos.
En materia energética, las medidas de Trump apuntan al fortalecimiento de la independencia energética de los Estados Unidos, propiciando condiciones legales y financieras para la explotación de hidrocarburos por la vía del fracking, que a corto o mediano plazo repercutirá sobre las economías de Venezuela, Colombia, Ecuador, México y otros productores de petróleo.
Estando la economía de los países latinoamericanos sustentada en las exportaciones de commodities, la vulnerabilidad de estos respecto del dólar es determinante, ya que la mayor parte de las transacciones internacionales se realizan en esta divisa. Un dólar fuerte, contrae la capacidad de compra y debilita la demanda de productos, afectando los precios de las materias primas. Se espera la posición de la Reserva Federal respecto de las posibles alzas en las tasas de interés, que encarecerían el dólar. Hasta ahora, la nueva administración pretende dar marcha atrás en la regulación financiera adoptada durante la gestión de Obama. Sin embargo la posición de Trump respecto a las tasas de interés ha sido-hasta ahora- inconsistente.
El Fondo Monetario Internacional en su primer pronóstico del año (FMI: Perspectivas de la economía mundial. Enero 2017) estimó un crecimiento de 1,2% para la América Latina en 2017, puntualizando que esta baja proyección de crecimiento, obedece a la poca expectativa de recuperación a corto plazo en Brasil y Argentina, el deterioro ininterrumpido de la situación en Venezuela, condiciones financieras más restrictivas y la incertidumbre que rodea la política de Estados Unidos respecto de México.
Aún quedan temas pendientes; entre ellos, la suerte que pudieran correr los Tratados Comerciales de Estados Unidos con otros países de la región, entre ellos Colombia, Chile, Perú, Panamá y República Dominicana, y el siempre controversial tema del narcotráfico y la seguridad. Sin embargo, un cambio regresivo en las relaciones políticas y comerciales, propiciaría el incremento de la participación de China y de la Unión Europea en el subcontinente.