“Buenas noches” –con voz aguda- siempre fue, durante más de treinta de años, el saludo del taciturno don Pedro José López, frase que además de ser cumplidora de todos los cánones protocolares, se entendía como grito guerrero –play ball- para la redacción deportiva porque estaba a punto de iniciar una fatigosa jornada del béisbol profesional del país, esa que suele ser para noctámbulos como lo fue él, tiempo pasado, porque, con dejo de tristeza, en la mañana del martes, quebrantado desde hace varios meses por una enfermedad dejó de existir en su Cabudare de siempre.
Don Pedro, a quien creíamos acerado en sus virtudes y bondades después de los constantes latigazos en la búsqueda del dato exacto y el nombre correcto, respondía con sapiencia y paciencia a lo pretendido. Así lo hizo por más de tres décadas para ser guía y conductor de, por lo menos un par de generaciones periodísticas, para volverlo a decir, en el contador de Ortega y Gasset.
En el tráfago de esos treinta años, Pedro José, don Pedro, señor Pete, o simplemente Pedro, como lo mentaban algunos, sordina en mano, ante la ausencia de estadísticas sobre la pelota venezolana, él, siempre él, era la fuente de consulta. Y a fe que le gustaba y lo disfrutaba a placer.
En los estertores del siglo pasado, colección de revistas y periódicos en mano, en un grueso bulto que no abandonaba por ningún motivo, pergeñaba y pergeñaba hasta armar lo requerido en entendimiento claro y empatía con el lector, ese que, también, con profunda fe, daba absoluta credibilidad a lo publicado.
Más adelante, en la aurora del siglo presente, otros tiempos, otras metodologías, la envolvente Internet comenzó a compaginar y recopilar las estadísticas regadas.
Don Pedro, silente como siempre, aferrado y atenazado por las ondas hercianas en seguimiento de sus Leones del Caracas del alma, impertérrito, seguía ahí, con la misma fe y conocimientos de siempre, sin perder la brújula, planilla en mano para brindar los datos necesarios y alimentar en voces múltiples lo que llamamos el “cuento periodístico” del día.
Caraqueño entregado, fiel a sus Leones, bullicioso algunas veces por los resultados a favor, silente, contumaz cuando las derrotas bañaban a los melenudos, muchas veces porque los rivales “eran templados”, frase que utilizaba para explicar las caídas de su equipo, don Pedro fue también un líder vecinal en su Cabudare, a la que siempre se rindió, sin olvidar su andadura política de toda la vida, desprendido de todo sectarismo como activista del partido de las franjas verdes fundado por Rafael Caldera.
No menos importante fue su condición de dirigente deportivo, con inclinación y espesura por el béisbol al que dedicó vida, corazón, pasión, que sentía con intensidad en sus venas y plasmaba, con infinito robo de tiempo a sus familiares, a peloteros y dirigentes de todas las edades, tesón que mantuvo hasta el día de su entrega final, que hoy, como justa recompensa permite que el viejo Estadio Terepaima, enclavado en el alma de Cabudare, se llame Pedro López. Honor.
A todos sus familiares, esposa, hijos, nietos y sus fieles discípulos a los que conocimos también en las mismas tareas del papá y abuelo, condolencias.
A los muchachos de la redacción deportiva, quienes compartieron con él en épocas pretéritas y en tiempos recientes, don Pedro ya no está… el rival, “templado”, le ganó la batalla.
Las luces del estadio y la vida, las que nos llevan a decir con gerundio remarcado “comiendo bombillos” por la tarea nocturna, lucen tenues porque para él, como lo será más adelante para todos nosotros, en lo terrenal, con frase ajena (Alfonso Saer),… “se terminó el partido”.
