No pretendo decir nada nuevo, ni mucho menos, sobre un tema tratado por grandes pensadores de la humanidad.
Platón, Sócrates, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino entre los más conspicuos. Me vino a la memoria la necesidad de una vida enmarcada en la ética, en razón del desastre, de la debacle moral observada hoy en el mundo entero y en todos los ámbitos de la vida humana. Nada importa. Todo es relativo. No existe una verdad objetiva. Ratzinger ha escribió sobre la “dictadura del relativismo” y lo ha calificado como el verdadero mal de nuestro tiempo.Ese relativismo contrapone libertad y verdad, como si la búsqueda de la verdad impidiera la libertad y se confunde libertad con un libertinaje que, en palabras del mismo papa Ratzinger, “pone en peligro la supervivencia de la humanidad”.
Con frecuencia oigo decir que en “la política y en el amor todo se vale”. Y eso es falso. Debe haber límites éticos que muevan la conciencia de las personas para que sus conductas sean correctas. No hay acto humano que no esté sometido a la ética. Cada vez que se debe realizar un acto, conscientemente se debe examinar si está ajustado a las normas éticas que rigen la vida de cada quien. La ética va mucho más allá de la norma jurídica. Al Derecho lo llamaba el padre Olaso, el “mínimo ético”. La norma ética es más amplia, abarca también la intención, la bondad y trascendencia de esos actos humanos. Don Andrés Bello en el discurso de instalación de la Universidad de Santiago de Chile señala que “la moral, que no separo de la religión, es lo que da vida a las instituciones”. Por tanto sin moral no hay instituciones. La crisis venezolana como la de cualquier otro país, pero por supuesto me refiero a la venezolana por ser la de nuestro mayor interés, es una crisis moral. Es política, es social, es económica, pero todo eso se resumen en una grave crisis moral. En Venezuela la mayoría no sabe qué es la moral. Está predominando la mentira, el fraude, la zancadilla, la envidia, lo pragmático, la falta de solidaridad para enfrentar los grandes problemas que nos agobian y que existen precisamente por falta de consistencia ética de quienes gobiernan y están en la política.
Juan Pablo II, en su célebre y muy comentada encíclica El Esplendor de la Verdad, N° 101, ha dicho: “En el ámbito político se debe constatar que la veracidad exista en las relaciones entre gobernantes y gobernados; la transparencia en la administración pública; la imparcialidad en el servicio de la cosa pública; el respeto de los derechos de los adversarios políticos; la tutela de los derechos de los acusados contra procesos y condenas sumarias; el uso justo y honesto del dinero público; el rechazo de medios equívocos o ilícitos para conquistar, mantener o aumentar a cualquier costo el poder…” He ahí un excelente programa para los años venideros en una Venezuela libre.