La comprobación más fehaciente que Venezuela padece hambre y miseria es acercarse a las plazas de las ciudades donde el Nicolato presiona para que el pueblo saque el llamado carnet de la patria. Colas inmensas de gente en el peor estado de indigencia. A veces no se escucha palabra alguna, avanzan en la fila resignados. Pitágoras decía: “Cuando la patria sea injusta contigo, haz como con una madrastra, toma el partido del silencio”.
El llamado carnet de la patria, recuerda las prácticas fachitas de la Italia de Mussolini, la libreta de racionamiento del castrismo en Cuba. Ningún país que no se encuentre en creciente deterioro como la Venezuela del chavismo, acudiría a prácticas semejantes. Ni los países europeos ocupados por el nazismo de Hitler vieron cosas parecidas.
El gobierno ha puesto correr rumores que con el carnet de la patria se repartirá comida, o se comprará más barato o que el mismo será exigido para ciertas transacciones o servicios con el Estado. Convocatoria con un señuelo y a la vez con una amenaza. Esta realidad remite a la consideración de la obediencia a un gobierno que ha perdido la legitimidad del poder.
Ser sometidos a un gobierno comprometido en prácticas de autoritarismo, incumplimiento de las leyes, delitos no esclarecidos, deterioro premeditado de la economía con sus consecuencias, es la mejor evidencia de la crisis moral que atraviesa Venezuela. Y si la oposición al régimen colabora con la sumisión incondicional a un dictador se hace cómplice y no puede actuar con tranquilidad de conciencia. Y escribir este concepto no es una acusación sino una advertencia.
El colaboracionismo, aunque sea de modo inconsciente, es un modo inaceptable de alargarle la vida al militarismo que se ha hecho del poder. Hay que tener conciencia que el llamado carnet de la patria ha sido un pretexto para quebrarle la voluntad propia de los que aspiran a un cambio en Venezuela. Las últimas encuestas señalan que el 93% de la población cree que el país en estas manos anda muy mal y Maduro acusa una popularidad de apenas el 17%. Y por si fuera poco hasta las propias encuestas del régimen apuntan que el 53% cree que las bolsas del CLAP ayudan a la población a hacer llevadera la situación. Esa generosidad “altruista” del gobierno, de regalar o abaratar comida, no está conforme con la realidad. Ignacio Leep llamaba eso la “verdad” subjetiva del esquizofrénico.
La situación de Venezuela sigue siendo noticia internacional. A las denuncias hechas por el Secretario General de la OEA, los presidentes de Argentina y Perú, el vicepresidente de Colombia, el Presidente del gobierno español, Mercosur, en los últimos días se han sumado las voces del Senado norteamericano y del canciller brasileño Aloysio Nunes. Este último lo dijo sin ambages: “El gobierno venezolano es una dictadura”.
Como diría Unamuno, tenemos que “cobrar conciencia clara y arraigada del paisaje de la patria” que en nuestro caso no es sino de desolación.