I
Barquisimeto, la capital del estado Lara, ha sufrido una metamorfosis urbana destructiva como consecuencia de un crecimiento sin control que se lleva por delante la calidad de vida de su población y de sus zonas más emblemáticas. Cuando se comparan el antes y el después de la que fuera una de las capitales más envidiadas de este país comprobamos que ya no tiene el encanto de otro tiempos, y la que fuera un lugar ideal para vivir, hoy nos muestra su rostro más lamentable.
Así puedo decir que el oficio de periodista me obliga a inventariar los problemas y las causas evidentes del deterioro urbano. Caminar por la avenida 20, la antigua arteria comercial, es un reto para cualquier ciudadano medianamente prudente. Ya han desaparecido los comercios que fueran en una oportunidad lo más representativo y el deleite de los compradores y paseantes curiosos ansiosos de disfrutar de las estupendas exhibiciones de sus aparadores. En unas 20 cuadras recorridas, apenas pude ver un pequeño espacio para los Almacenes Linares, una de las tiendas más tradicionales del Barquisimeto del siglo XX. Las santamarías de Trajes Mens están abajo, sin ninguna actividad, mientras el edificio de Centrobeco fue convertido en un mercadillo muy diferente al moderno centro comercial original donde las familias podían alternar durante sus compras sin ningún temor. El estacionamiento de Beco también fue ocupado por el comercio informal que ha proliferado en la zona centro.
Casi toda “la 20”, como le decíamos los barquisimetanos, es hoy una muestra inequívoca del caos urbano que sufren las grandes capitales venezolanas. Las aceras y transversales no pertenecen al ciudadano. Están ocupadas por vendedores de alimentos ligeros que poco, o nada, colaboran con la limpieza de sus espacios, A la escena se une la ausencia de higiene que multiplica la dimensión del problema sanitario.
La actividad comercial se resume en su mayoría en tiendas de poca monta y mediana calidad que buscan atraer a la clientela con altavoces que reproducen ritmos caribeños propios de una fiesta popular. Lo único destacable en este desordenado mercado son las zapaterías que guardan cierto respeto por la estética en sus exhibidores, contraste notable con los improvisados locales de sus vecinos
II
La seguridad no está totalmente garantizada, dicen algunos clientes que se aventuran a recorrer la avenida 20. Uno de ellos, al conversar con este reportero, reclama más vigilancia policial, especialmente entre la zona de mayor concurrencia. “Se pueden evitar muchos problemas que tienen que ver con asaltos express y micro-tráfico”.
La policía, dice otro viandante, no tiene inteligencia para detectar la actividad, tal vez por falta de personal. “Uno supone quienes son porque no se les conoce ningún oficio”, apunta.
“Cuando se cerró el tránsito automotor se nos dijo que la 20 sería gran bulevar por donde solo circularía el transporte público y un tranvía para recorrer toda la avenida en ambas direcciones. Se gastaron millones en un proyecto inconcluso y a estas alturas nadie se atribuye responsabilidad por el dinero invertido”, recuerda un viejo comerciante de la 20.
Me pregunto si el alcalde actual tiene algo que decir al respecto. Hoy los peatones se defienden de un tránsito vehicular que pone en riesgo sus vidas a pesar de la prohibición oficial de no permitir ninguna actividad automotora en el sector que no sea el transporte público
Por la 20 circulan autobuses de Transbarca, los únicos que suben y bajan. Son bastante cómodos. En el frontal llevan un mensaje político del partido de gobierno. Dicen los especialistas en tránsito urbano que no estaban diseñados para circular por la avenida 20 y llegar hasta el municipio Palavecino.
Un ingeniero llamado R. García se queja por la falta de criterios que tiene la Ingeniería Municipal para conceder permisos de construcción en la 20. La mayoría de las reformas que se hicieron son un atentado a la estética y a las normas arquitectónicas que deben prevalecer en los trabajos que se pretendan hacer. Ningún concejal de la ciudad, que sepamos, ha cuestionado esas irregularidades, o todavía no se han enterado de la progresiva destrucción de la ciudad.
“Aquí no hay progresismo. Solo hay un populismo dañino, irrespetuoso para con los valores sustantivos de una comunidad, no solo en Barquisimeto, sino en todo el país. Seguir el ejemplo que Caracas dio es lo peor que le pudo pasar a una ciudad como la nuestra”, dijo.