En Venezuela se ha hecho común la lamentable imagen de personas buscando “alimentos” entre la basura.
Esto sin duda genera consternación y, más aún, tristeza. Esta situación ya es un drama personal para quien lo vive, un golpe a la dignidad, y a la vez es una amenaza para la sociedad en general en la medida que se acostumbre a esto y lo tolere.
Frente a esta realidad un primer gran paso es la solidaridad activa, ayudar en la medida de las posibilidades de cada uno a mitigar estas situaciones diarias. Pero el segundo gran paso es contribuir a que el contexto no lleve a estas duras realidades.
Lamentablemente el drama de hurgar entre los desechos para conseguir alimentos se ha extendido a muchos otros ámbitos de la vida cotidiana del venezolano, e incluso del acontecer político. Basta ver ahora a muchos dirigentes políticos, y hasta a algunos representantes de la Iglesia, pidiendo al CNE flexibilizar el proceso de renovación de los partidos políticos. Visto en perspectiva, esto es que los sectores que adversan al Gobierno pasaron en pocos meses de exigir un RR a hurgar entre los restos que les ha tirado el CNE, todo para tratar de seguir sobreviviendo, tal como lo hace el que busca alimentos.
Como estas situaciones se repiten muchas otras. Lo que son derechos fundamentales como la salud, la educación, la seguridad, el respeto a la libre opinión, y muchos otros más, se han convertido en bienes transables, en favores que se le piden al Gobierno, o en el mejor de los casos en “puntos de una agenda de negociación”. Esto sin duda denota una pérdida absoluta de perspectiva sobre los Derechos fundamentales que cualquier ciudadano debe tener, llevando la realidad de cada persona a un estado de indefensión que aumenta el temor/miedo, y por lo tanto la desesperanza.
El Gobierno ha logrado ir convenciendo a muchos que lo normal es que le “pidan favores”, como también ha ido logrando sembrar la desesperanza en un cada vez mayor número de venezolanos. Para ello ha recurrido a métodos específicos, los cuales obligan a pasar del pensamiento estratégico a la acción táctica, de pensar en una solución de fondo para el país a la sobrevivencia como organización en el caso de los partidos políticos, de exigir el respeto a los derechos fundamentales a deambular buscando lo básico para vivir en el caso de las personas.
Este obligar a pasar a las personas de un pensamiento estratégico y de largo plazo a uno táctico y de corto plazo basado en la sobrevivencia le ha rendido frutos al Gobierno, de la misma manera como le ha servido a muchos regímenes en la historia, incluso teniendo ciertas similitudes con los métodos utilizados en los campos de concentración.
Así, pensar que el Gobierno vaya a cambiar parece poco probable, por lo que la ruptura del equilibrio perverso al que parece haber llegado el país sólo cambiará en la medida que quienes están en una situación perjudicial logren actuar de manera distinta.
Para que haya un cambio en Venezuela es fundamental volver a tener confianza en el futuro, salir del estado de sobrevivencia, y eso solo será posible en la medida que a partir de la solidaridad con quienes se encuentran más vulnerables se vayan tejiendo de nuevo las redes que devuelvan el sentido de Sociedad.