Un gobierno cuyo Presidente, e incluso cualquiera de sus ministros, encadena casi todos los días la radio y la televisión nacional y regional, con la finalidad de realizar una permanente una acción de propaganda política a favor de sus dislates económicos, de la defensa de sus funcionarios corruptos, tiene la desfachatez de acusar a la oposición de realizar una campaña mediática para desprestigiar la administración pública y desestabilizar el gobierno.
Lo que no le dicen sus asesores al Presidente, es que sus cadenas, como lo señalan las encuestas, que sus mensajes no reducen el desprestigio de su liderazgo, ni de su gobierno. En la realización de cualquier elección en el mundo de hoy, los medios de comunicación social siempre juegan un papel importante, pero no es el único, y para algunos expertos, ni siquiera el fundamental, no obstante los avances de las redes sociales y su utilización masiva. Para lograr éxito en los resultados electorales es necesario el contacto directo de los actores o candidatos con la ciudadanía y la credibilidad del mensaje y las factibles soluciones a los problemas de la población.
Los medios de comunicación social privados no tienen por qué hacer ninguna campaña contra su gobierno, porque basta con informar veraz y oportunamente lo que ha hecho y sobre todo lo que ha dejado de hacer de acuerdo con las atribuciones que le otorga la Constitución nacional aprobada en 1999. El deterioro de toda la infraestructura vial construida en los últimos 50 años de democracia, es algo sobre lo cual sólo hay que preguntarle a los venezolanos que la transitan diariamente, para luego informarle a toda la nación. No es ninguna campaña mediática mostrar cómo se cae a pedazos un porcentaje importante de puentes y viaductos. No han sido mantenidos los hospitales ni las escuelas, con algunas excepciones desde luego, construidos antes del ascenso al poder de la revolución bolivariana y militarista. De allí que lo que deslegitima al gobierno del presidente Maduro es la incapacidad del equipo ministerial, gobernadores y alcaldes escogidos a dedo por el propio jefe del Estado para hacerlos elegir por un CNE dependiente también de Miraflores.
Ninguna campaña mediática puede cambiar la conciencia democrática de la población si no encuentra plena justificación en lo que se le informa. Por eso, la campaña mediática que ha realizado Nicolás Maduro durante casi cuatro años, a través de cadenas de radio y televisión, no ha podido convencer, según todas las encuestas publicadas -incluso las mandadas a realizar por el Gobierno-, a la mayoría de los venezolanos para que respalden su administración.
De allí que el llamado de Maduro para que los organismos públicos bajo su control, investiguen a los medios de comunicación social porque hacen propaganda de guerra cuando informan sobre la escasez de alimentos, la inseguridad de las personas y el hambre, ya nadie lo cree. Esa amenaza, es una clara expresión de amedrentamiento contra los medios de comunicación social por parte del Poder Ejecutivo, con la finalidad de provocar la autocensura y consolidar la hegemonía comunicacional del gobierno, porque la cadena de radio y televisión que posee apenas la oye y ve un 8% de los radioescuchas y televidentes. La campaña mediática la realiza el gobierno mediante el abuso de las cadenas, pero como no obtiene un resultado positivo que lo registren las encuestas, porque sólo hace propaganda y no exhibe una obra importante de beneficio social, aunque diga lo contrario, su fracaso se lo endilga a los medios que informan acerca de lo que está pasando en el país, por la crisis económica, social y moral.