Mi generación supo del feminismo con la cultura hippie en los años ’60. Llegó acompañado con la música de los Beatles, el mayo francés, la rebelión contra la guerra de Vietnam, el movimiento de renovación académica, el Festival de Woodstock, Joan Báez y muchas otras cosas que eran incipientes, y que hoy estan consolidadas.
La defensa del feminismo que hacíamos entonces no era inocente pues detrás de ella estaba el reclamo por la libertad sexual de nuestras compañeras en la universidad. Pero a pesar de esta mala intención, exaltábamos para ellas la importancia de la relación amorosa, sentimental, con sexo, en un tiempo en que el mito de la virginidad seguía siendo una barrera.
No faltaba la poca seriedad con que se trataba el tema. “La virginidad da cáncer, vacúnate” decía un cartel y, junto con el, los machistas de entonces identificaban sus automóviles como “Unidad movil de vacunación”. Se esperaba también que la mujer tenía derecho a mostrar su cuerpo: faldas cortísimas, pechos sin sostén apenas tapados por blusas transparentes. El culto al cuerpo bien temperado en los gimnasios apenas estaba comenzando. Era, sin duda, un cuestionamiento a la moral burguesa.
Obviamente, el feminismo es muy anterior a nuestra generación, desde la lucha de las sufragistas, a fines del siglo XIX por el derecho al voto, a la educación superior, a la libertad económica, etc. Las dos guerras mundiales ayudaron mucho porque las mujeres se encargaron de las tareas que los hombres no podían realizar por andar matándose entre sí. Terminadas las guerras, resultaba sumamente difícil volver a meter las mujeres en el corral doméstico en el que las querían los hombres.
El feminismo siempre fue mucho más que un reclamo por la liberación sexual, es un reclamo por la liberación total tanto de la mujer como del hombre de las ataduras que impiden su desarrollo político, educativo, social, económico, intelectual, sexual, etc. Fueron los tiempos en que circulaba “El Segundo Sexo” de Simone de Beauvoir, la compañera sentimental e intelectual de Jean Paul Sartre, el icono de la izquierda existencialista. Ese libro era devorado por la fracción intelectual de los hippies que éramos entonces. Ya van 68 años de haberse publicado en Francia. Y sigue vigente.
El Segundo Sexo fue quizás el primer libro de sociología que me dio una visión integral de la situación de la mujer en la historia en sus roles como diosas, madres, hijas, amantes, esclavas, prostitutas, etc.
Las tareas y objetivos del feminismo están hoy bien lejos de haberse logrado en su totalidad. En los años 30 mi madre quiso ser enfermera, pero mi abuelo se lo negó porque “iba ver hombres desnudos”. Cuando entré a la universidad supe de amigas que no las dejaron estudiar porque sus padres temían que se volverían comunistas. Hoy, no hay carrera universitaria que no esté llena de mujeres que, además, suelen sacar las mejores notas.
Pero aún falta mucho. La mujer sigue recibiendo el trato de objeto sexual y preocupa la cantidad de adolescentes que vemos preñadas o recién paridas y que van en vías de cargarse de hijos, lo que en nada las ayudaran a liberarse como mujeres: la liberación sexual no puede implicar nunca la procreación irresponsable.