«El mayor riesgo es no correr ningún riesgo. En un mundo que cambia muy rápido, la única estrategia que garantiza fallar es no correr riesgos» Mark Zuckerberg
Un emprendedor nunca debe apostar. No debe olvidar que invierte, en primer lugar su nombre y su capital, su credibilidad y su imagen. Por lo cual, si el emprendedor por su naturaleza es optimista, es necesario que no se deje llevar. ¿Cómo? Calculando el riesgo y reconociendo sus propios límites. La incertidumbre no puede jamás, ser eliminada del todo, pero puede ser mantenida bajo control, aplicando algunos simples trucos.
El riesgo no es un drama, pero sí una posibilidad a ser valorada, es uno de los elementos que determinan las opciones.
Sobretodo cuando se experimentan nuevas soluciones, se debe tomar en cuenta y anticipar que muchas cosas no andarán bien o no irán bien inmediatamente.
¿Pero porqué renunciar? Si nadie hubiera tenido el coraje de intentar cualquier cosa de nuevo, El Progreso no hubiera existido. Entonces el riesgo debe ser valorado, sopesado, considerado en cada uno de sus aspectos, pero no temido.
Las opciones presentan siempre un margen de imponderables y, no obstante cualquier incertidumbre, algunas de ella funcionarán y de allí nacerán las innovaciones y muchas veces incluso un éxito económico capaz de pagar los intentos fallidos.
Para quien escoge el camino de ser emprendedor, inclusive los errores y los fracasos momentáneos se convierten en una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento. El trabajo autónomo, de hecho presupone una mente abierta a la novedad y aquello que nos rodea, sin temores e inútiles condicionamientos.
La primera cosa importante es poner mucha atención al mercado. Se deben tomar en cuenta factores como la competencia que a veces no estarán ubicadas cerca de nosotros, sino a miles de kilómetros de distancia, tendencias y sobretodo cambios del mercado a menudo muy rápidos. El éxito de una empresa depende de su capacidad de satisfacer los requerimientos del segmento de público a los que se dirige. No siempre se pueden sostener los gastos de una verdadera investigación de mercado y podría ser suficiente aprovechar la información disponible en las diversas asociaciones relacionadas con el ramo en el cual se está involucrando el emprendedor, en internet o realizar pequeñas encuestas personales.
La segunda cosa es, la prudencia con la cual se deben manejar los gastos y cuentas, cuando se hace el plan financiero de la nueva empresa. Mejor, en todo caso elevar los objetivos, ya que ser ambicioso obliga después a considerar siempre nuevos puntos de vista y a ser más activos y positivos.
En tercer lugar, saber escoger los colaboradores en todos los niveles de la empresa. Y en relación a los socios, es mejor buscar colaboradores y/o asesores para cubrir sus debilidades, que buscar socios porque si la relación no funciona, la separación puede resultar tan complicada que pudiera llevar la empresa a la quiebra total.
Definitivamente, el buen emprendedor acepta el riesgo solo cuando lo conoce y está en grado de manejarlo y ha puesto en el terreno todas las medidas necesarias para reducirlo, estudiando atentamente los movimientos que debe hacer. No se basan en la suerte, no decide con superficialidad y rápidamente, no pone en juego todo lo que tiene, pero busca de crear siempre una vía de salida o una segunda posibilidad.
Italo Olivo
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