La verdad es que cada vez tengo que hacer mayores esfuerzos por escuchar las cadenas de radio y TV. Definitivamente, parecen más bien prácticas de estoicismo. Me enferman las mentiras en tecnicolor, pero más me enferma que nos crean tan idiotas como para creerlas.
La semana pasada, creo que fue el miércoles, Nicolás Maduro se explayó explicando que estos carnavales de 2017 habían sido los “más felices” de los últimos años. ¿Quién le cree, por Dios? ¿Cómo van a ser felices unos carnavales en un país donde la gente se muere de mengua, de hambre o porque la matan? ¿Qué será “felicidad” para Maduro? ¿Repartir unos caramelos tiesos, como hizo García Carneiro en Vargas, donde los famélicos adultos se los arrebataban a los niños? ¿Gastar en unos adornos horrendos quién sabe cuánto dinero, dinero que podría usarse en comida y medicinas?…
El 25 de febrero fui al concierto en el Centro de Acción Social por la Música. Al salir del estacionamiento vi a un grupo de personas arremolinadas y me acerqué. Rodeaban a una muchacha que no pasaba de quince años, que había perdido el conocimiento. Hambre, no me queda duda. Lo peor es que tenía un bebé. La encontraron tirada en la acera, con su hijito al lado. Era sábado de carnaval. Estoy segura de que no fue “el más feliz” de sus carnavales de los últimos años.
Como tampoco lo fue de quienes se acostaron sin comer una, dos, o las tres comidas. O de quienes tuvieron que registrar las bolsas de basura para alimentarse de sobras. Ni de quienes constataron que un día de trabajo sólo les alcanza para comprar un kilo de arroz o de harina de maíz. Ni de quienes les llegó falla la bolsa del Clap.
No, no fueron carnavales felices para quienes desesperadamente buscan remedios tan necesarios como antibióticos y no los encuentran. Ni para los enfermos renales, ni de quienes padecen enfermedades crónicas. Ni de aquellos que esperan ser operados, porque no hay anestesia ni material quirúrgico.
Tampoco lo fueron para las víctimas de la inseguridad, de esa violencia que crece exponencialmente porque no se hace nada por detenerla.
Y estoy segura de que tampoco lo fue para quienes aplaudían la cadena presidencial… Feliz ha debido ser sólo para cuatro gatos en Miraflores, Fuerte Tiuna y algunas gobernaciones y alcaldías…
@cjaimesb