Cuando el sacerdote desliza los dedos en forma de cruz sobre la frente de los creyentes durante la eucaristía del miércoles de ceniza no solo está marcando un símbolo del inicio de la Cuaresma. Mediante esta señal quien la recibe en primer lugar se reconoce pecador, definió el párroco de la iglesia de Santa Rosa, Rafael Chávez, ayer durante la homilía.
Una porción considerable de quienes asisten a la misa del miércoles después del Carnaval, día que marca el inicio de 40 días preparación espiritual para el día de la resurrección de Jesucristo, tienen una idea errada sobre la colocación de las cenizas en forma de cruz en la frente, expuso el sacerdote. Algunos, mencionó, lo hacen por costumbre o porque están convencidos de que las cenizas equivalen a una protección del “mal de ojo” o contra la brujería.
Lo que en realidad significa, subrayó el rector del santuario de Santa Rosa, es que quien recibe la ceniza acepta sus faltas y muestra disposición de rectificación. Por eso, los creyentes tienen una invitación a no tener miedo de admitir el pecado ante los demás. “La iglesia es un lugar de los santos y también de los que quieren convertirse”, precisó. Razón esta para asumir el llamado a la conversión. “Todo lo que hay afuera (malo) es resultado del pecado”, atribuyó Tirado. Al pecado no se le ve de forma tangible, pero existe y está en cada cual evitarlo y reivindicarse cuando se comete.
En la reflexión de las lecturas del día, el sacerdote recordó que la Cuaresma es un periodo de “retiro” espiritual. Es, prosiguió, una oportunidad de “volver a Dios”, es decir, “recuperar la amistad que Dios nos ha ofrecido”.
Para hacerlo, recomendó, es requisito la autoevaluación: “Es necesario preguntarnos ¿Qué hemos hecho para romper la comunión con Dios”. Una de esas fallas es el pecado, una falta reversible “porque Dios no se cansa de perdonar”.
Existen también otros recursos, como reza en las sagradas escrituras, en el camino de la rectificación: La limosna, la oración y el ayuno. La primera, abundó, significa apertura a las necesidades del prójimo. La segunda, es la vía para tener “un diálogo especial con Dios”, el cual solo es posible cuando se reserva tiempo para este encuentro individual con el Padre. La tercera es prueba del desprendimiento de lo material y, al mismo tiempo, es un recordatorio: “Así como el cuerpo da señales de querer alimentarse el alma también tiene necesidad del alimento de Dios”.