Ha sido nuestra cultura e idiosincrasia el colchón donde rebotan la fatalidad o el rigor de nuestros problemas. En muchos casos, ciertamente, es así. El humor es un antídoto contra el infortunio. La capacidad de reírnos del poder y de nosotros mismos, explican en cierta forma el mantenimiento de un estado de cosas que, aunque incómodas o detestables, no terminan probablemente de desagradarnos del todo. ¿O sí?
Como al régimen de Nicolás Maduro no le interesa hacer públicas las encuestas y estudios de opinión que seguramente manda a efectuar, porque no puede aceptar que las cifras e indicadores de la realidad le escupan en su cara el rotundo fracaso y el doloroso saldo de su desastrosa gestión ejecutiva, gremios e instituciones académicas realizan los suyos, para radiografiar la economía y calidad de vida del venezolano.
La encuesta Condiciones de Vida 2016, elaborada por la USB, la UCV y UCAB junto a un grupo de ONG, reveló que 74,3% de la población ha perdido al menos 8,7 kilos de peso de forma no controlada en el último año. El citado estudio indica que 82,8% de los venezolanos es pobre de ingresos, y señala además que un 10% de los niños deja de asistir a clases porque no tienen que comer ni en su casa ni en su plantel. (www.runrunes.com , 18-2-17).
En tono jocoso, no falta quien culpe de tal situación a la “dieta de Maduro”. Y es difícil encontrar alguna gracia en el hecho de que dicha dieta implica no sólo un empobrecimiento acelerado, producto de un modelo de destrucción de la economía y empresas, de controles, regulaciones generadoras de una hiperinflación inédita en el país, sino también la supresión del texto constitucional, y el cierre y clausura de la democracia, y de las elecciones que, se supone, es uno de sus principales rasgos distintivos.
El país marcha a la deriva, bajo una vocación tiránica que se asume eterna e inamovible, viola derechos y garantías constitucionales, persigue, detiene y enjuicia sumariamente a todo tipo de disidentes, y se refugia en un estamento militar que le sostiene y sirve de brazo ejecutor del amedrentamiento y represión, en los más amplios y diversos sentidos que de esa palabra puedan extraerse.
El deslave institucional en Venezuela es evidente. Muchos venezolanos a duras penas sobreviven, medio se alimentan y rezan por su buena salud, so pena de morir por no encontrar medicamentos o tratamientos. La política, avanza a un ritmo demencialmente lento, al contrastarlo con el drama cotidiano de quienes ven su vida desgastarse ante la inseguridad, ante una cola, una nevera vacía o plata en la mano que no vale nada y no le alcanza.
Les hacía a mis alumnos una pregunta recientemente, en medio de un debate sobre estos temas. En nuestro país, hay hambre y hay miedo. Pero, en este momento, que sensación es mayor…¿El hambre…o el miedo? El silencio de las calles apunta a que pareciera ser mayor el miedo. La pregunta es…¿Por cuánto tiempo?
@alexeiguerra