En el extremo derecho del canal seco de la quebrada Agua Viva, lugar limítrofe entre los municipios Iribarren y Palavecino, estaba de cara al suelo el cuerpo de un hombre vestido con ropa y accesorios de mujer. La blusa negra y el suéter estampado doblado hasta el pecho dejaban al descubierto el diminuto orificio de una bala, herida desde donde todavía fluía un hilo de líquido cuando fue encontrado el cadáver, ayer pasadas las 10 de la mañana.
Por el estado del cuerpo es probable que el homicidio se haya cometido durante la madrugada de este martes en el mismo sitio donde fue localizado. Además del disparo en el costado tenía una perforación hecha por un arma de fuego en la cara.
El o los autores del crimen arrastraron el cuerpo de la víctima desde el lado izquierdo de la quebrada hasta el extremo contrario. Prueba de esto fue el círculo de sangre que quedó a unos 6 metros del cuerpo y las marcas que quedaron sobre el suelo a lo ancho del canal. En el mismo sitio donde el occiso derramó la mayor cantidad de sangre había desperdigados trozos de una botella de licor, sin embargo, el cadáver no presentaba heridas por arma blanca.
A quienes se enteraron del hallazgo y residen en los sectores cercanos al sitio del hecho no les pareció familiar la persona encontrada entre desechos y troncos quemados a un lado de la quebrada. Salvo por las características físicas, el fallecido no llevaba consigo ningún elemento útil para identificarlo.
Además de las blusas antes descritas, tenía puesto un pantalón negro largo hasta la pantorrilla y los pies desnudos estaban llenos de arena gris, como es el suelo de la quebrada. En una de las manos que quedaron apoyadas sobre las piedras llevaba dos pulseras grandes de un material similar a la madera. Era de contextura gruesa y de cabello negro hasta el hombro.
El cuerpo fue trasladado a la morgue del Hospital Central Universitario Antonio María Pineda por los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc).
Tres muertos en febrero
Sucesos de este tipo, donde la víctima es una persona transgénero, ocurrieron tres en febrero. El primero del que se tuvo novedad fue Alexis Enrique Peña Vizcaya, conocido como Alexandra. Tenía domicilio en Santa Isabel y fue encontrado muerto en un terreno del caserío Palo de Olor, parroquia Chiquinquirá, municipio Torres, el domingo 12.
Algunos integrantes en Lara de la comunidad LGTBI (Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales) asomaron, al enterarse del asesinato de Peña, que ese crimen podría tener conexión con el caso de Iván José Chávez, un docente jubilado de 60 años y aparentemente homosexual que fue localizado sin signos vitales el 12 de enero.
El segundo caso del mes recién terminado sucedió este lunes de Carnaval en la calle 30 con 35 del barrio El Malecón. Los vecinos encontraron a primeras horas de la mañana el cuerpo manchado con sangre de Ronald René Leal, de 38 años de edad.
Leal, dijeron dos mujeres de su familia, era barbero y residía junto con la hermana mayor en el barrio La Paz, sector Libertadores. Usaron como instrumento para matarlo un arma blanca, presumiblemente, una botella rota que, según comentaron algunos vecinos, estaba cerca del cuerpo. Por la deformación que tenía en la cabeza los parientes creen que también lo golpearon con una piedra o algún objeto pesado. El domingo en la tarde fue la última vez que la hermana de Leal lo vio salir de casa. Desconocía hacia dónde iba y quién lo acompañaría.
Un vecino de El Malecón mencionó que el fallecido había estado el día anterior en ese sector de Barquisimeto, en una casa ubicada a pocas cuadras del sitio donde lo dejaron sin vida. En esa vivienda, dijo el hombre, se realizó el velorio del joven asesinado el sábado en una estación de servicio de Palavecino.
Leal durante su vida no le dio molestias a la familia por ser problemático, dijo una doliente. Solo les preocupaba que salía a tomar licor con frecuencia.