Te amo con todas mis fuerzas, hijo

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Carta que un padre escribe a su hijo que padece VIH

Qué pueden sentir quienes no tienen hijos o teniéndolos creen que la vida es solo un afán por hacerse de dinero y relaciones frías en sus trabajos o en la sociedad, que nada les importa sino quedar bien en las alturas terrenales y no en las alturas celestiales.

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A veces hay quienes son más papistas que el papa y esgrimen hacer o decir algo en nombre de aquellos a quienes están subordinados y en nombre de otro u otros cometen grandes injusticias.

También hay quienes se lavan las manos como Poncio Pilatos y son culpables por omisión, al dejar hacer a sus subordinados injusticias y maquiavélicas acciones sin evitarlas ni detenerlas y sin meditar que la vida es un bumerang y que no saben si lo que hoy permiten o hacen mañana lo sufrirán en carne propia o en quienes ellos aman.
El problema no es la enfermedad, mi querido hijo, el problema es la indiferencia.

La indiferencia con que algunas personas son insensibles ante el dolor ajeno porque no es su dolor, u optan porque les resbale algo que no les toca de cerca ni en sus afectos. Olvidan que si en los escenarios de sus vidas Dios les presenta conocer y saber de situaciones en las que deben demostrar su humanidad y su divinidad, entonces les corresponden portarse como dignos hijos de Dios y cristianos practicantes y en función de eso no pavonearse, ni jactarse, ni ser pedantes ante las situaciones del dolor ajeno que no pueden ignorar porque se les está poniendo en conocimiento para que sean las manos de Dios y no las manos del Diablo.

Querido hijo, hago todo cuanto a mi alcance está, invierto todas mis fuerzas y los conocimientos que he adquirido a través de los años, mas mis experiencia; todo para lograr tu sanación. Sabes que hay quienes, escondiendo sus rostros, se ríen en sus aposentos u oficinas porque menguarán tus medicinas, porque lograrán que tus tratamientos ya no puedan ser, porque sabotean el trabajo de tu padre, porque simulan dificultades para quitarte la posibilidad de salvarte o al menos mantenerte con vida.

Hijo mío, estamos viviendo en una sociedad hipócrita, donde la gente se escandaliza por lo que no se debe escandalizar y se goza en lo que no debe gozarse. Sí, una sociedad llena de caretas y de máscaras, donde los actores fingen ser buenas personas y por sus obras los conocemos. Fingen una corrección que no tienen y en privado hacen aquello que jamás exhibirían en público por ser detestable ante los ojos de Dios y de la sociedad.
Apostar a la muerte de otra persona porque eso llena sus bajos sentimientos e insufla los orgullos por sus posesiones, cargos, puestos y relaciones terrenales, eso, hijo mío, solo lo hace la mente de un criminal que a veces de cuello blanco tiene el alma negra y su lugar reservado en el infierno.

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