Abastos, supermercados y panaderías, en las últimas semanas, se han enfocado en la venta de artículos importados. Algunos de estos establecimientos dejaron de ofrecer en su totalidad productos regulados para dedicarse únicamente al mercado de la importación.
De esta manera, el arroz, la harina de maíz, la pasta, el papel de baño e incluso los pañales, regresaron a los anaqueles de los principales establecimientos de la ciudad; con la diferencia de que en esta ocasión no está al alcance de todos los venezolanos.
El precio de un kilo de arroz blanco cuesta hasta 8.000 bolívares. El aceite en 9.000 y hasta un kilo de leche en polvo tiene un precio de 13.000 bolívares en estos establecimientos.
Según el economista Aníbal Peña Javitt, los comerciantes adquieren los productos con el dólar paralelo, dado que en el mercado no hay divisas suficientes para atender las necesidades que tiene el país por un tema de desabastecimiento y escasez; y las reservas son específicamente para que el Gobierno se haga cargo de las importaciones.
“Tenemos una economía de puerto y altas importaciones porque no hay producción, el aparato productivo está destruido y las pocas empresas que están operativas si acaso tienen una capacidad de 50%”, expresó Peña Javitt, quien también aseguró que con el nuevo incremento de la Unidad Tributaria (UT), mayor cantidad de empresas pequeñas y medianas quebrarán al no tener cómo hacerle frente al pago de unos cestatickets de 108.000 bolívares.
“Sacar ventaja”
Para el economista, los empresarios comercializan artículos importados para “sacar ventaja”, aprovechándose del hecho de que semanalmente los productos pueden incrementar de precio sin que intervenga el departamento de protección al consumidor. Es decir, en Venezuela no existe ningún tipo de control y la anarquía manda en el mercado. El margen de ganancia en el sector empresarial es de 30%, sin embargo Peña Javitt detalló que se desconoce en realidad si las empresas cumplen o no con el porcentaje.
“Los bachaqueros y comerciantes hacen y deshacen en su beneficio y, al final, los que pagamos los platos rotos somos la clase media y baja. Los empresarios están conscientes que lo que vende hoy en día, es jugar con la necesidad del pueblo, porque sea cual sea el precio del producto los ciudadanos harán lo imposible por adquirirlo porque es algo vital que no se puede sustituir”.
En efecto, Johana Vásquez, una ama de casa a cargo de rendir el salario de su esposo para mantener a sus dos hijos, se encontraba realizando una cola para comprar productos regulados en el este de la ciudad.
Vásquez aseguró que no trabaja porque su día a día se enfoca en cuidar a sus hijos e ir de abasto en abasto para comprar los alimentos regulados. “El sueldo que ganamos no alcanza para comprar productos bachaqueados (…) Sabemos que llegaron artículos importados pero si compro un arroz en 8.000 bolívares simplemente no tendré para comprar más nada y un kilo de arroz tan solo nos dura tres días”.
En tanto, para Irma Rodríguez es una gran alegría la llegada de los productos importados. Para ella significa no tener que ir más a realizar una cola bajo el sol o pagar de más a un bachaquero “inescrupuloso”. “Sí, muchos dirán que son precios altos, pero el kilo de pasta con el bachaquero me sale en 7.000 bolívares y en un supermercado lo consigo en 6.500. Es más económico, hay menos riesgos y no tendré que apoyar más el bachaqueo”.