El papa se ha limitado a ofrecer sus oraciones y sus buenos oficios para ayudar a las partes a ponerse de acuerdo, pero son las partes las que tienen la responsabilidad.
Yo, como ciudadano venezolano, no tengo cómo agradecerle a Su Santidad el papa Francisco la paternal solicitud que ha demostrado hacia Venezuela y hacia los venezolanos.
El papa Francisco nos ha distinguido con sus oraciones y con su preocupación. Pertenece al género de lo absurdo atribuirle al Papa alguna responsabilidad en el fracaso de lo que se ha llamado proceso de diálogo y en la triste situación en la que nos encontramos.
El simulacro de diálogo ha fracasado porque tenemos el gobierno que tenemos y tenemos la oposición que tenemos. Ni el gobierno ni quienes dirigen a la oposición creen en el diálogo. Si el gobierno creyera en el diálogo, ya habría tomado medidas para facilitarlo y para producir resultados concretos. Si la oposición creyera en el diálogo, se habría hecho representar por los jefes de los partidos y no por figuras subalternas.
Lo que hemos presenciado hasta ahora es un juego de poder en el que cada una de las partes trabaja por la aniquilación definitiva de la otra parte. Desde hace 20 años, el diálogo ha desaparecido de la política venezolana.
El gobierno quiere la destrucción de la MUD y trabaja activamente por su desaparición. La MUD quiere la aniquilación del gobierno y trabaja activamente por su desaparición. Ninguna de las dos partes parece entender que la solución de la crisis venezolana reclama un esfuerzo conjunto, de todos.
El gobierno solo no puede resolver la crisis. La oposición sola no puede resolver la crisis. Se requiere un gobierno de salvación nacional que cuente con el respaldo de todos, los partidarios del gobierno y los partidarios de la oposición, para poder enfrentar la gravísima crisis que estamos sufriendo los venezolanos.
El papa se ha limitado a ofrecer sus oraciones y sus buenos oficios para ayudar a las partes a ponerse de acuerdo, pero son las partes las que tienen la responsabilidad.
En Polonia, cuando pudo salirse de la dictadura comunista que llevaba más de 40 años en el poder, la Iglesia católica jugó un papel estelar.
En Chile, cuando se pudo salir de una dictadura militar que llevaba 17 años en el poder, el cardenal Silva Henríquez, arzobispo de Santiago, jugó un papel fundamental.
En Suráfrica, cuando Mandela salió de la cárcel después de 27 años de prisión arbitraria, el arzobispo anglicano Desmond Tutu jugó un papel fundamental.
Lo mismo podría decirse de otras transiciones importantes en las cuales ha prevalecido la inteligencia y el patriotismo.
Yo le doy gracias a Dios por el Papa que tenemos y por la Conferencia Episcopal que tenemos en Venezuela y que tanto hacen por ayudarnos a superar las limitaciones de nuestro gobierno y las limitaciones de nuestra oposición.