Desde el inicio del gobierno de Hugo Chávez, con las primeras políticas económicas aprobadas, quedó claro para muchos venezolanos, especialmente para especialista en la materia, que todo conduciría a la destrucción del aparato productivo nacional y a una mayor dependencia de las importaciones de bienes y servicios, y particularmente de alimentos. Creer en las promesas del candidato Chávez fue un gran fraude para quienes pensaron que mejorarían en lo personal, familiar y colectivamente.
Después de asegurarle a los venezolanos y al mundo que la economía nacional estaba blindada, gracias a las políticas económicas que el gobierno había implementado, los miles de millones de dólares que ingresaron al Fisco Nacional por las exportaciones petroleras, fueron despilfarrados y robados, y llegó el momento en que no alcanzaron para continuar la venta con altos descuentos a otros gobiernos complacientes con los delirios de líder continental del difunto comandante.
La gran devaluación del siglo XXI al estilo neoliberal, del bolívar, que tiene repercusiones negativas en la capacidad de compra de los más pobres, de la clase media y de todas aquellas personas que tengan un ingreso fijo, porque el bolívar ha perdido su valor superior al 200% para comprar algunos alimentos y de un 1.000% para comprar, por ejemplo, unos zapatos o una camisa. Continuación del fraude.
Un gobierno socialista o de cualquier otro signo ideológico que tenga como norte la defensa de los intereses de la población de menores ingresos, la devaluación como la que ha generado el Presidente de la República, sin tomar primero un serie de medidas, como aumento de sueldos y salarios, que compensen en parte, si no en su totalidad, el impacto negativo en el bolsillo de esos sectores populares ha desplomado la popularidad de Nicolás Maduro. Y aunque algunos creían que era posible que lo hiciera dentro de algunos meses, sobre todo cuando se acerquen algunas elecciones, ya el mal está hecho, y el nivel de consumo de alimentos y de algunos bienes necesarios como la ropa de vestir hombres y mujeres, ha provocado no sólo malestar en la población de menores recursos, sino también hambre y miseria entre los más pobres o marginales. Los aumentos de sueldos y salarios aprobados por el Ejecutivo se han vuelto sal y agua anulados por la inflación, la más alta del mundo. Tamaño fraude.
Y lo más grave de las medidas económicas aprobadas por el Presidente en reunión de gabinete, es que los grandes beneficiarios son en lo inmediato los especuladores, que esconden mercancías importadas a 10 bolívares por dólar, para luego venderlas a precio de mercado libre, 60 veces más caros, y algunos a precio de mercado negro a más de 300% por encima del que adquieren 10.
De allí que el bienestar de la población seguirá siendo una esperanza, y la mayoría de los venezolanos, si no lo había sentido en el bolsillo, ya puede constatar que el socialismo del siglo XXI, ha sido un gran fraude continuado. Tal como sucedió con el del siglo XX aplicado en la Unión Soviética donde fracasó rotundamente, y en China donde fue desechado para buscar una economía productiva que le dé bienestar a sus mil y tantos millones de habitantes.
Finalmente, el gobierno es el que obtiene más bolívares por cada dólar que vende a los importadores, a más de 600 Bs., quienes trasladan a los consumidores el aumento de sus importaciones, encareciendo el costo de la vida a límites desconocidos en el país. Y aunque ha lanzado a la calle miles de millones bolívares devaluados para buscar votos y tratar de recuperarse, según las últimas encuestas ya parece demasiado tarde para mantener el engaño.