Érase una vez una oposición dispersa y diluida en docenas de partidos y organizaciones que perdía elecciones, hasta que llegó la Unidad. Esta historia real resume un gran esfuerzo y enorme sacrificio de líderes de partidos políticos que respondieron a la demanda de la sociedad de trascender sus propias siglas y construir una alianza capaz de derrotar un régimen autoritario y abusivo en procura del cambio deseado por un sector importante de la población que hoy es mayoría contundente, gracias justamente a esa estrategia unitaria. El clímax de esa exitosa política se evidenció el 6 de diciembre de 2015 cuando pasó lo impensable, la tarjeta única de la Unidad Democrática se convirtió en la más votada de la historia del país obteniendo las dos terceras partes de los diputados de la Asamblea Nacional.
Fue justamente ese desprendimiento de los partidos de renunciar a usar sus propias siglas para postular candidatos unitarios solo en la tarjeta de la MUD, lo que ahora nos tiene a las puertas de un proceso arbitrario que pretende ilegalizarnos. Riesgo que corrimos a conciencia en favor de la Unidad y de la inmensa mayoría independiente que pedía ese sacrificio, con resultados trascendentales que no podemos subestimar ahora. ¿Qué pasó en un año para que la Unidad expresada en la MUD dejara de ser un valor para convertirse en el blanco de ataque de propios y extraños? Prácticas irresponsables de cobrar en la Unidad los errores propios de los partidos que la integramos, sumado a los fantasmas eternos de la antipolítica y el caudillismo, han generado una crisis a lo interno de la MUD que debemos resolver cuanto antes por el bien del país. La Unidad es una camisa de fuerza para todo proyecto sectario que pretenda sustituir un mesianismo por otro, pero a su vez es la única oportunidad de rescatar no sólo la democracia sino su institucionalidad con la gobernabilidad y los consensos necesarios. Algo muy aburrido para los héroes y sus fans.
Atrincherarnos en la Tarjeta de la MUD y exigir elecciones a gobernadores con primarias debería asumirse como una política central en esta nueva etapa de la Unidad, entendiendo que en dictadura no hay nada más subversivo que el voto. Coincidir con el gobierno en que las elecciones regionales no son importantes raya en lo sospechoso y solo encuentra paralelo en el error histórico de 2005. Toda elección es perjudicial para el Gobierno y beneficiosa para la mayoría que quiere cambio, entendamos eso de una vez y evitemos falsos dilemas y complejos. Nuestra última gran victoria en 2015 debe servirnos de referencia para generar el escenario en el que logremos avanzar de verdad. En esa oportunidad todos peleamos por la convocatoria de esa elección y nadie se atrevió a acusar a nadie de no querer salir de este gobierno por pedir elecciones parlamentarias. No retrocedamos a episodios ya superados y valoremos en su justa medida la Unidad que con tanto esfuerzo hemos construido atendiendo a las aspiraciones de la gran mayoría de la población que así lo pidió y respaldó luego con su voto. ¿Quién se beneficia con la eliminación de la MUD como instancia y la vuelta a la dispersión partidista?
Si no podemos unirnos nosotros, ¿cómo vamos a unir el país? Si no podemos reglamentar la MUD, ¿Cómo vamos a hacer para reinstitucionalizar el Estado? En esa cosa que llaman Unidad, está la clave para rescatar la democracia. Sin ella ninguna política prosperará, ni la calle, ni la desobediencia, ni las elecciones, ni el diálogo, ni ninguna ofensiva legislativa, sin Unidad no hay nada. Por eso asumí el reto de intentar relanzarla, porque no tiene sustituto. Y lo hago por mera convicción, a riesgo de cualquier cosa.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.