La Berlinale es un retrato del mundo cinematográfico: escasean las directoras. Pero la mexicana María Novaro no se rinde y reivindica la otra forma de hacer cine de las mujeres, al presentar en el festival su oda a la niñez, Tesoros.
Rodada en Barra de Potosí, una localidad de pescadores bañada de luz y de los colores del mar en el Estado de Guerrero, la película está protagonizada por un grupo de niños que se adueñan de la trama.
Su objetivo es encontrar un tesoro que dejó el pirata británico Francis Drake hace 400 años gracias a la «tablet», Youtube y Google. La inocencia y la ternura son las marcas del largometraje.
El rodaje tuvo que estar a la altura de los pequeños, incluidos los trípodes. «Desarrollamos una metodología. Teníamos que estar muy cerca de los niños, no obstaculizarlos, no obligarlos a tener marcas de focos», explicó Novaro en entrevista a la AFP. Ni siquiera les dio textos para memorizar.
“Quería hacer una película de niños para niños», porque al ser abuela todavía ha sido más consciente de que la niñez es «preciosa», una sensibilidad que cree que «no tendría» si no fuera mujer.
Evoca sus inicios en el cine en los años 1980 y asegura que no fueron fáciles. En esa época «incluso los reglamentos cinematográficos de los sindicatos impedían el acceso de las mujeres a ciertas áreas».
Su primer largometraje, Lola (1990), presentada no obstante en la Berlinale, «recibió muchas opiniones negativas por parte del gremio y de los barones del cine» mexicano.
Esta película, sobre una joven madre y su hijo, «+No trata de nada+, me decían. ¡Ahora parece increíble!».
La adversidad le dio fuerzas, «porque sientes que lo tienes que hacer». Pero lo importante es que «entiendan que las mujeres pueden hacer cine de otra manera, y eso es más difícil», lamenta.
¿Qué es lo que cambia? «Los personajes que trabajamos, el giro que les damos, la manera de manejar el tiempo cinematográfico, dónde pones la cámara…», enumera.
Tesoros fue presentada en la sección Generation del festival y Novaro quiere que sea un contrapunto a todos los problemas que tiene México, como el narcotráfico, cuyo terror retrata Everardo González en el documental La libertad del Diablo, también en la Berlinale.
Los dos mundos son «realidades» de una misma nación y esta cineasta se decanta por celebrar el «gusto por la vida» y el hecho de que a pesar de todo, los mexicanos son uno de los pueblos «más felices del mundo».
«Es una felicidad real. La vives en el día a día, cuando comemos, cuando bailamos, en el cariño que nos damos».