No hay un crecimiento incluyente

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Hemos perdido fuelle. La economía mundial permanece atrapada en un prolongado periodo de bajo crecimiento al expandirse solamente un 2,2% en 2016. Acumulamos una serie de conflictos y tensiones que nos debilitan. A esto hay que sumarle nuestros derroches y el excesivo endeudamiento, la falta de perspectiva empresarial, con un débil ritmo de la inversión y un lento crecimiento de la productividad.
Además, soportamos un trastorno que cobrará aún más importancia en el futuro, el estancamiento salarial de los más desprotegidos, acrecentando una profunda desigualdad y, por ende, nuevas pobrezas, incluso en países más desarrollados. De ahí, la importancia de sistemas educativos incluyentes, de mercados laborales incluyentes, de ciudades y pueblos incluyentes, con servicios públicos incluyentes. Hemos, por tanto, de activar el compromiso personal. Sólo así, se puede mejorar el bienestar de todos.

Este mundo, cada día más excluyente, requiere activar el deber y el derecho al trabajo para todos, con salarios dignos, con acceso a la asistencia sanitaria, y a una educación universal, formativa en valores, para poder convivir entre culturas diversas. Hace tiempo que lo marginal debió acogerse, ampararse, pues todo ha de estar al servicio de los seres humanos y del bien común. En este sentido, nos llena de esperanza que el primer Foro Mundial de Datos de las Naciones Unidas haya concluido con el lanzamiento de un plan global para reunir estadísticas que mejoren la vida de las personas y que contengan nuevas ideas y soluciones para impulsar la colaboración, los recursos y las políticas que han de ponerse en acción para este fin, teniendo presente que la integridad y la prevención de la corrupción son elementos esenciales para lograr políticas que respondan al interés social y no al interés particular o de grupo.

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Indudablemente en los próximos tiempos la cooperación entre naciones va a ser vital. Aún más de cien países no mantienen registros precisos de nacimientos y muertes. A mí juicio, pienso que es fundamental saber el número de moradores que estamos en cada momento, y dónde nos encontramos. Por muy diversos que seamos, formamos parte de la única familia humana; y, como tal, hemos de trabajar para estar dentro de la vida, o si quieren dentro del mercado, pero tratados como personas, guiados por una conciencia que pone en el centro la dignidad del ser humano, no el ídolo dinero. Desde luego, cualquier país que se precie de cooperante ha de alimentarse de políticas sociales para atender a las necesidades y aspiraciones de la gente. Las mismas Naciones Unidas no aboga por un modelo específico de gobierno, pero promueve la gobernanza democrática como un conjunto de valores y principios que deberían seguirse para una mayor participación, igualdad, seguridad y desarrollo humano.

Esto es lo que hoy más falta nos hace, fortalecer la dignidad de toda la especie, tenga la edad que tenga y habite donde habite. Por otra parte, si en verdad no queremos excluir, el respeto ha de ser total por los derechos humanos. Todas las desgracias, todos los aprietos, también las contiendas, suelen comenzar con una exclusión. En esa dialéctica de rechazar o comprender, siempre tenemos que tener el corazón abierto, nunca cerrar las puertas a nadie, pues un mundo progresa cuando todos colaboramos a que la democracia, el buen gobierno y el Estado de Derecho, junto a un entorno humanitario, sin fronteras ni frentes, confluyen en bondad y en verdad.

Es momento, efectivamente, de no dejar a nadie atrás, de cambiar de actitudes, de ser más caritativo. Quitemos barreras. Activemos lo armónico. No olvidemos que la discriminación, el racismo y la xenofobia, son graves violaciones de los derechos humanos que impiden la construcción de la concordia, la inclusión social, y el desarrollo sostenible. Es cuestión de intercambiar experiencias y de poner otras prácticas de acción más compresivas entre unos y otros. Todo el linaje, sin distinción alguna, tendrá que reflexionar sobre esa apuesta de crecimiento incluyente en un orbe globalizado como jamás, que demanda como nunca una fuerte inversión en infraestructuras para mejorar la competitividad y la prestación de servicios públicos. En consecuencia, todos a bordo para sumar incentivos.

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