La casa de los Amantes Castos, conservada durante 2.000 años bajo las cenizas y la lava del Vesubio en Pompeya, abre por primera vez al público este fin de semana por unos pocos días para San Valentín, día de los enamorados.
La emblemática residencia pertenecía a un rico panadero, con jardín, molino, establos y sobre todo custodia el magnífico fresco de un tierno beso entre dos enamorados, en la amplia zona social.
Localizada en vía de la Abundancia, una de las más transitadas en la antigua ciudad romana, la villa fue sepultada como toda Pompeya en el año 79 por la violenta erupción del Vesubio.
Las autoridades italianas, como un homenaje a los enamorados, autorizaron su apertura este fin de semana y por sólo cuatro días para que los visitantes puedan admirar una de las «domus» o residencia más interesantes de Pompeya, patrimonio de la Humanidad.
Tras su breve y excepcional apertura, la residencia, de unos 1.500 m2, será cerrada de nuevo por cuatro años para ser sometida a una importante restauración como parte del Gran Proyecto de Conservación de Pompeya, financiado en buena parte con fondos de la Unión Europea.
«Esta casa resume la belleza y los desafíos que representa Pompeya», reconoció a la AFP la arqueóloga Alberta Mattelone.
«Tenemos un verdadero patrimonio arqueológico entre casas y frescos, además de los restos que dejó la erupción y los depósitos volcánicos. Tenemos también que encarar problemas complejos de conservación, del techo, los escombros y proteger los frescos», explicó la arqueóloga.
Justamente el beso, uno de los frescos más bellos que se conservan, decora una de las paredes del triclinium, el comedor donde los romanos se extendían para disfrutar de sus comidas entre ellas queso y miel, todo acompañado por pan recién salido del horno.
La panadería estaba al otro lado del triclinio y se pueden ver aún las piedras utilizadas para moler el grano, así como el inmenso horno en el que cocinaban el pan que vendían en una pequeña tienda adyacente.
Justo a la entrada, garabateado en una pared de la tienda, se distinguen las cuentas de algunos clientes que habían consumido pan, frutos secos y aceitunas.
3,2 millones de visitantes
También se pueden observar las seis mulas y un burro que garantizaban el funcionamiento del molino y que murieron atrapados en el granero cuando las cenizas y la lava incandescente sepultó la ciudad.
«Sus restos han sido analizados por un equipo de arqueozoólogos que llegó a la conclusión de que murieron sofocados, con la excepción de uno, que falleció por el golpe en la cabeza recibido cuando el edificio se derrumbó», contó Mattelone.
Detrás del granero había una sala para los pintores que estaban trabajando en esos días en una de las habitaciones, así como un jardín, que fue reproducido tal cual por los arqueobotánicos.
Las primeras exploraciones en esa zona datan del 1912, pero los pocos artículos realizados entonces fueron destruidos por los bombardeos de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
Las verdaderas excavaciones empezaron en 1982 y duraron hasta 2004. En 2010 abrieron la residencia por poco tiempo al público tras lo cual ha permanecido cerrada.
«Abrimos para el día de San Valentín, porque queremos que el público vea como estaba antes de que se reconstruya el techo y se instale una estructura de soporte», explicó Michele Granatiero, de 61 años, arquitecto jefe del proyecto.