A propósito del tema, pudiéramos decir señalar, entre muchas, tres referencias de carácter histórico que conectadas en una retrospectiva de amplio alcance, forman parte del imaginario colectivo o la manera como se va configurando una nueva dimensión de análisis dentro de los esfuerzos que se realizan para entender el significado del desarrollo de un territorio, de una localidad, de una comunidad, con respecto a los requerimientos de la sustentabilidad o sostenibilidad.
La primera de ellas es la definición de nuestra ciudad, en los tiempos de Guzmán Blanco, en frase atribuida al mandatario, como la “ciudad de los pulperos enfranelados”, en un contexto donde para la actividad comercial la palabra era el equivalente al documento escrito de hoy. Ciudad cuya transformación, ahora la advierte un ciudadano, “en su espejismo cariñoso”, como aquella que él “ha visto cambiar. A veces a paso lento, y otras con ritmo apurado. A veces con claro sentido de progreso, y otras con sabor de retraso. A veces buscando soluciones y otras aumentando las complicaciones. Pero la he visto cambiar. No hay duda. Ya no es la sencilla ciudad provinciana de mi infancia y juventud sino una urbe compleja y desafiante”. (Ramón Guillermo Aveledo).
La significación de la Divina Pastora y la congregación de fe que ella convoca pueden entenderse también como una muestra que traduce algún síntoma de la asociatividad; además, de la experiencia en el ámbito cooperativo, resaltada por diferentes estudios e investigaciones que así lo comprueban.
En el marco de las nuevas preocupaciones por el desarrollo regional y local, complementadas y ampliadas por las nuevas tesis acerca del desarrollo humano sustentable, que van dejando atrás las visiones reduccionistas del economicismo para plantear una concepción antropocéntrica y ecosistémica, en tanto alternativa que colocan a la gente como clave del nuevo paradigma que postula su validez ahora para la gente, por la gente, de la gente y con la gente.
De una filosofía utilitarista e individualista que fundamentó el viejo modelo, emerge ahora una crítica que se soporta en la reivindicación del componente social, secuestrado por un desarrollismo exacerbado que estuvo y está lejos de superar, acentuando, las desigualdades, la pobreza y la exclusión. La nueva categoría de análisis remite a considerar que aquel activo intangible que se manifiesta en la capacidad de confianza, valores cívicos y asociatividad que pueda lograr la sociedad, lo constituye el capital social, en palabras de Alejandro Portes.
La significación que tiene para el fortalecimiento de las comunidades lleva a plantear que el escaso nivel de estructuración del capital social en el ámbito local reduce la viabilidad y factibilidad de la implementación de las políticas públicas para el desarrollo. (Yuraima Linares et al, dixit). Aquí, la noción de comunidad lo asimilamos a cualquier entidad organizada, vgr: la universidad en términos de estudiantes y profesores en la búsqueda de la verdad, con todo y su carácter decimonónico, al igual que una empresa o una asociación civil, como actores del Desarrollo Humano), Nuestros planteamientos apuntan a interrogarnos acerca de: ¿Cuál es el nivel de capital social que existe en Barquisimeto? En la formulación de una propuesta para medirlo, andamos. Vale para el propósito de una ciudad sostenible.