La plazoleta ubicada al lado de la basílica menor Nuestra Señora de la Coromoto, oficialmente Paseo de la Virgen Madre de El Salvador, no ha escapado a la acción destructiva del vandalismo y la falta de mantenimiento, razón por la cual se encuentra completamente desmantelada.
“No es posible que tengan esto tan abandonado, como si no le importara a nadie”, manifestó una anciana mientras cruzaba por una de las caminerías.
Para comenzar, prácticamente no funciona ninguna de las numerosas lámparas colocadas hace algunos meses, cuando fue remodelada por un organismo local.
Las que no han sido destrozadas a piedras, se las han robado, o las bombillas se quemaron hace tiempo y, por temor a que corran la misma suerte, no las han sustituido.
La arborización también deja mucho que desear pues las plantas ornamentales se secaron, en su mayoría por falta de riego. Los chaguaramos tampoco resistieron el verano y la falta de atención por parte de quienes dirigen el departamento de la alcaldía de Iribarren al que corresponde su mantenimiento.
La g rama que existió hasta hace unos cuantos meses también dejó de reverdecer por falta de agua pues nunca se preocuparon en instalar un sistema de riego y tampoco lo hacen de manera manual, de allí que los espacios que fueron verdes hoy cambiaron de color por el gris.
Pero los mayores ejemplos de que existen elementos para quienes la destrucción es la mejor forma para divertirse son los monumentos alegóricos a la aparición de la Virgen de Coromoto al cacique de Los Cospes, en Portuguesa y el de la Divina Pastora.
El primero contaba con una fuente que le realzaba, pero hace tiempo -se presume- que por la acción del hampa el sistema desapareció y por lo tanto el agua también.
Algunas de las figuras fueron dañadas y lo que fue una pequeña laguna está convertida en un depósito de basura o restos vegetales.
El monumento a la Divina Pastora no corrió mejor suerte y está cubierta de maleza y por las plantas ornamentales a su alrededor, las cuales, por falta de riego, también se secaron.
Ambas figuras han perdido su color, un espectáculo lastimoso que observan los devotos que acuden a la plazoleta, durante el día, porque de noche es un riesgo debido a la oscuridad reinante y la presencia de sujetos indeseables que tomaron el lugar para actos inmorales.