Del Guaire al Turbio – Poás

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Como mi artículo anterior, Irazú, tuvo una cierta buena acogida, voy a insistir en el tema volcánico costarricense. En mi etapa en San José, enseñaban en la escuela que en el país había siete volcanes; ahora en Internet se habla de muchos más o focos volcánicos, doscientos y pico, se ve el gran avance de los estudios geológicos. Después de todo yo abandoné, esa, mi segunda patria, hace 75 años. Esos siete volcanes eran: Irazú, Poás, Turrialba, Tenorio, Orosi, Barba y Rincón de la Vieja. Yo sólo conocí los dos primeros.

Pero antes de entrar en el tema amparado por el dios Vulcano debo explicar qué hacía yo en la tierra tica: simple, junto con mis padres, mis seis hermanos y dos primas hermanas de papá que nos ayudaron a criar, vivimos allí cinco años exactos de exilio (julio del 1936 a julio de 1941). ¿La
razón? Papá fue Ministro de Fomento y presidente de los estados, Sucre y Bolívar, durante el gomecismo; a la muerte del dictador, sobraron motivos para salir corriendo. Papá huyó en sendos barquitos de vela, de La Guaira a Curazao, luego a Santa Marta, donde expiró el Libertador. Y pasó a Cartagena a esperar que el Canciller venezolano le diera pasaporte -nunca había salido del país-, pero se retardaba, porque el neo-antigomecista Gil Borges ansiaba su repatriación por indocumentado –lo que no iba a hacer Colombia, siempre abierta para recibir a los perseguidos políticos. Al fin se lo dieron, porque aunque papá rechazó la generosa oferta del presidente Arosemena de Panamá –que había sido vecino nuestro y buen amigo cuando fue encargado de negocios en Venezuela- de otorgarle el de su país, ya no tenía caso negarle lo que papá alegaba: era venezolano, tenía derecho a un pasaporte venezolano y el país tenía el deber de dárselo. Lo necesitaba porque no se quedaría en Colombia, ya estaba decidido que el exilio sería en Costa Rica, por recomendación de una amiga antigomecista, María Josefa Aristeguieta, como tal, ella, había pasado el suyo allí, junto con su madre y su hermano Pedro Elías, muerto en Cumaná cuando la trágica expedición del Falke.

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El 15 de julio de 1936, seis de los Álamo Bartolomé, con las primas de papá, Alvarado Dávila y otras dos damas amigas, abordo del trasatlántico alemán Cordillera, nos detuvimos en Cartagena y subieron al barco, junto con papá, mamá y me hermano Antonio, que nos habían precedido para reunirse con él un mes antes. Una gran alegría, no veíamos a nuestro padre desde principios de febrero. Destino final: Puerto Limón de Costa Rica, de allí a San José y empezó nuestro feliz exilio.

Bueno, ¿y el Poás? Casi lo olvidaba. Está a 37 km de San José y a más de 2.700 m de altura. La subida, aunque también ardua, era de muy distinta visión a aquella de ceniza y muerte del Irazú. Densa vegetación y pájaros hasta el mismo borde del cráter, éste, una enorme ponchera, a medio llenar, constituía un hermoso lago donde se levantaba una que otra ebullición o fumarola para decir: ¡epa, estoy aquí! Era más bien un majestuoso y pacífico geyser. Sin embargo, no deja de tener en su historia alguna erupción arrasadora, pero entonces dormía. Y me pregunto: ¿no será esta Venezuela de hoy, con un pueblo tan excesivamente manso hasta la bobería, indiferente y sometido, un Poás dormido? Quiera Dios que sí… ¡y se despierte pronto!

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