Séptimo Día

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Los índices de criminalidad en el país se han venido incrementando de una manera vertiginosa, con un ingrediente adicional: buena parte de los protagonistas involucrados siempre resultan ser jóvenes adolescentes, como víctimas o victimarios.
Al respecto se han realizado múltiples investigaciones por parte de los organismos de seguridad, los cuales entre otras conclusiones han llegado al convencimiento de que la necesidad y el consumismo excesivo conducen a los jóvenes al submundo de la delincuencia.

Además, la incorporación de los jóvenes a las actividades delictivas tiene que ver, entre otras razones, con la pérdida de control social de los grupos familiares sobre los jóvenes, el debilitamiento del sistema educativo con un alto ausentismo escolar y a los mensajes que les envía la sociedad sobre la realización del individuo a través del alto consumo.
Por otra parte, los jóvenes son susceptibles de buscar el camino “rápido y fácil” para obtener lo que quieren, lo cual lamentablemente puede llevarlos a caer en el delito; la obtención de altos ingresos para gastos es visto como una meta de vida, desplazando su formación académica y posibilidad laboral.

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Otra circunstancia preocupante tiene que ver con el marcado crecimiento que se observa con el embarazo precoz de nuestras adolescentes, generando frustración en los sueños de estas muchachas provenientes, en su mayoría, de los sectores más humildes, con la carga social que ello implica.

También es un lugar común el tráfico y consumo de sustancias tóxicas o estupefacientes por parte de adolescentes de ambos sexos, la prostitución a través de la figura de “prepagos”, vinculación con los llamados “pranes” o jefes de carteles de la droga, “mulas” o participación activa en la ejecución de muertes por encargo o bajo la figura del sicariato.

Sin embargo, no podemos obviar la influencia negativa que ejerce en personas jóvenes, con conductas conflictivas, el mal uso de la tecnología actual a través de las redes sociales, los medios audiovisuales, la cinematografía y sobre todo la transculturización que padece nuestra sociedad, aunado a la pérdida de valores fundamentales.

Definitivamente se impone una gran cruzada mancomunada, donde participen el Estado venezolano, los padres y representantes, docentes, las iglesias, los medios de comunicación, a fin de lograr activar toda una campaña para rescatar el núcleo familiar y encausar por el buen camino, a esa legión de jóvenes y adolescentes que en su momento tomaron derroteros inciertos. Valor y pa´lante.

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