Los incendios que han consumido más de medio millón de hectáreas en Chile parecían ceder el domingo en medio de la llegada masiva de asistencia internacional, mientras en las poblaciones arrasadas se concentraban los esfuerzos para ponerse de nuevo en pie.
«Vamos mejorando paulatinamente» señaló Aaron Cavieres, director de la Corporación Nacional Forestal (CONAF). Para el domingo por la tarde las autoridades reportaban 58 incendios activos, 55 controlados y 11 extinguidos.
Cavieres señaló que la disminución de la superficie de hectáreas afectadas estaría mostrando que las acciones contra la lucha del fuego están dando finalmente resultado.
Parte de esta mejora se debería también a la llegada de ayuda internacional: alrededor de 500 brigadistas de México, Perú, Colombia, España, Portugal, Panamá, Brasil, Venezuela, Argentina, Japón y Francia en los últimos días y un total de 11.000 efectivos luchando contra el fuego el domingo en el terreno.
A las acciones de la aeronave antiincendios, el Supertanker, se sumarán dos aviones Hércules facilitados por Brasil que aterrizaron el domingo y el avión Ilyushin II-76 ruso, cuya llegada estaba prevista para la madrugada.
Y mientras el fuego se aplaca, comienza la no menos ardua tarea de sacar las cenizas y comenzar de nuevo. Pocos países como Chile están acostumbrados a lidiar a su manera con los desastres naturales y ponerse de pie. Terremotos, tsunamis, inundaciones, volcanes y ahora incendios megadestructivos han golpeado en los últimos días al país.
Gran ejemplo de esto son los habitantes de Santa Olga, la población que resultó totalmente arrasada por el fuego el jueves de madrugada dejando a todo el país sobrecogido al ponerle muchas caras humanas a la tragedia hasta entonces abstracta de las llamas.
Horas después de asimilar lo ocurrido, los habitantes de Santa Olga se disponían a levantarse y guardar las lágrimas para cuando la reconstrucción del poblado ya esté terminada.
La solidaridad de un país habituado a las tragedias se activó a la velocidad de la luz, y las labores de acopio se iniciaron en todo Chile para enviar la ayuda que ha estado llegando a Santa Olga desde todos los lugares de este extenso país, hasta el punto que las autoridades tuvieron que pedir el sábado que la asistencia se canalizara y los particulares dejarán de congestionar el área, en la que todavía hay focos de incendios y por la que es necesario transitar de forma más expedita.
Sin embargo la lucha contra el fuego no termina y el domingo se reactivaban los focos de incendio en la zona de Portazuelos, más de 400 kilómetros al sur del Santiago, en la región del Bío-Bío, que durante la noche cobraban fuerza y devoraban feroces muchos de los cerros, mientras las poblaciones cercanas debían de ser evacuadas.
«El incendio se encuentra complicado ahora mismo en la zona de cerro y en un lugar de difícil acceso para los brigadistas de a pie. Es por eso que están colaborando dos helicópteros y una avioneta, además de los bomberos y varios particulares, en total unas 50 personas», explicó a la AP Matías Albornoz, teniente primero de la primera compañía de Bomberos de Chillán.
Albornoz lleva cuatro días con sus cuatro noches sin descanso luchando contra el fuego, que como muchos de este megaincendio traicionero se aplaca para volverse a reactivar cuando ya aparecen controlados, debido al cambio de los vientos y a las raíces que siguen ardiendo bajo tierra.
«Es difícil pero la gente se porta muy bien con nosotros, nos dan palabras de aliento y estamos altamente agradecidos», relató el bombero cuya vocación para enfrentarse valientemente al fuego se divide en dos razones, su hija y «ver a tanta gente sufriendo».
Albornoz encarna la cara amable de esta tragedia, la de los bomberos en un país donde esta organización no es profesional y, por tanto, no es remunerada, y depende de la solidaridad de la gente para alimentarse o incluso descansar entre turnos. Aunque el agradecimiento de las personas es infinito y también cuenta.
«Vivo en Fuenzalida, en una zona en la que el fuego estuvo a 100 metros de nuestra casa y donde se habría quemado todo, todo, si no hubiera sido por la ayuda de todo el personal que llegó para apagarlo», explica a la AP, Gabriel Montesinos, habitante de una casa rodeada por bosque.
«Estoy infinitamente agradecido a la compañías de bomberos de Puerto Montt, de Frutillar, del Norte, de todo el país, a todos los muchachos que lucharon con palas y a la solidaridad de este país, que por suerte la gente eso no lo pierde», explicó emocionado Montesinos.
«El fuego bajaba por el cerro y el sonido era el similar al de una cascada, ahí estuvimos despiertos hasta las 5 de la mañana», relata todavía con susto. «Estamos agradecidos a todos y contentísimos, agradecidos también a Dios porque el viento llevó el fuego hacia otro lado», concluyó.