Estalla la indignación. Dos años atrás Miriam de Mascareño, derrumbó su casa de techo de asbesto, en la carrera 7 de Barrio Unión, por sus precarias condiciones. En el consejo comunal de la zona le dijeron que sería beneficiada con una casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV).
A la fecha no ha recibido solución concreta. La fachada de su casa es una pared escueta, que oculta el piso de tierra, donde antes estaba su vivienda. Allí se encuentran los huecos estropeados de lo que sería su nueva casa.
Algunas cabillas acompañan la escena y al fondo se halla una construcción, con puerta de latas, donde el pasado viernes se registró una explosión por fuga de gas.
La zona, comentan Miriam y sus vecinos, está azotada por la delincuencia. Con frecuencia entran a las casas para robar.
La elegida del viernes fue la de esta viuda, donde ingresó un delincuente a las 5:00 de la mañana. Lo acompañaban otras dos personas, quienes recibían en la parte de afuera los electrodomésticos y la comida robada a la familia Mascareño, entre la cual iban los alimentos de su nieto de ocho meses de nacido, pasta, frijol, caraotas y avena.
Pasado el susto, a las 8:00 de la mañana, la hija de Mascareño se dispuso a prepararle un tetero de fororo a su bebé. Encendió la cocina para calentar el agua. Pero un par de minutos después los miembros de la familia escucharon el sonido de una fuga de gas, que provenía de la misma bombona de 18 kilos que el delincuente, unas horas antes, había tropezado.
El yerno de Mascareño corrió a la calle con su hijo en brazos y lo siguió su esposa. Miriam, quedó perpleja e inmóvil. Segundos después, con el llamado de sus vecinos, salió.
Con tierra y extintores de fuego, apagaron el incendio.
Los vecinos relatan que la explosión se escuchó por varias cuadras y que incluso meció las paredes de las construcciones vecinas.
El recién nacido fue llevado a otra casa, pero la propietaria dice que se quedará allí.
Las condiciones de vida de Miriam Mascareño, ya eran complejas, pero desde el pasado viernes, se hicieron peores.
Miembros del consejo comunal se acercaron a la casa afectada e indicaron que sostendrían una reunión para tratar el tema, pero Mascareño se confiesa agotada.
“Yo estoy aquí porque estoy cuidando el terreno, esperando una casa… Soy una mujer enferma y de 61 años de edad”, manifestó.
En la vivienda también reside una persona discapacitada a quien se le dificulta salir del lugar por los huecos en el terreno, que serían las bases de la casa que esperan desde hace par de años.
Miriam Mascareño aseguró que no cuenta con recursos para recuperar lo hurtado ni para adquirir una nueva vivienda. Su indignación se reduce en tristeza y un llamado a quienes estén en competencia de socorrerla.