La experiencia marcó la diferencia. Zulia ganó cuatro de cinco juegos porque sus hombres de gran recorrido tuvieron el nervio suficiente para cumplir con los fundamentos básicos. Los márgenes en pitcheo, bateo y fildeo no dejan lugar a dudas de que se impuso el club capaz de hacer las cosas con mayor eficacia. Las Águilas se ampararon en los dos primeros compromisos para un derroche de artillería que terminó arrojando promedio de .292 contra un anémico .228 de su oponente. En el pitcheo abridor también las distancias fueron ostensibles entre los rapaces (1.93) y los pájaros rojos (5.87). Ni hablar del trabajo con los guantes y los tiros. La banda naranja cometió solamente cinco errores contra ocho de los crepusculares, con el agravante de que en los dos primeros choques las pifias larenses tuvieron un costo elevado… CARDENALES cayó en un marasmo acentuado en cuatro de los cinco cotejos. Solo en el accidentado tercer partido fue capaz de producir de manera importante y, sin embargo, perdió, 8-7. En las restantes batallas nunca fabricó más de tres anotaciones. Créditos para el rival, no hay dudas. Un club que en la semifinal contra Caribes sólo anotó trece rayitas en cinco lides, hizo casi esa misma cantidad en cada uno de los encuentros celebrados en Barquisimeto. Por eso, desde el punto netamente estadístico, no hay discusión a la hora del balance. Zulia fue superior en los factores determinantes de este deporte, abundante en detalles.
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LOS lacustres tuvieron buen ojo al reforzarse con jugadores curtidos. El aporte magallanero (Chávez, Lisson, Cedeño, Lively) resultó determinante. Hubo dos bujías de la propia banda zuliana, Pirela y Galvis, quienes insuflan una energía única en sus filas. La presión siempre estuvo en la cueva de los guaros y ello se manifestó abiertamente entre peloteros jóvenes, ansiosos. No hubo respuesta en cada uno de los juegos en los cuales los hoy campeones pegaron madrugadoramente. Si uno busca en los averages de Vargas (.125), Querecuto (.150) y Orlando (.150), entiende de entrada el porqué de tan bajo rendimiento en el ataque. Rangel Ravelo no empujó carrera alguna y Rivero solo dos con su par de cuadrangulares. La excepción, como en todo el campeonato, fue Jesús Montero (.476), la grúa del equipo con cinco rayitas… SI bien es rigurosamente cierto que la errática defensiva le abrió las puertas a la velocidad de los anaranjados, el pitcheo de Lara, tan alabado en la eliminatoria, bajó la guardia en varios pasajes. Las Águilas pegaron pronto y su contrario quedó sentido, aturdido, sin los arrestos para regresar las acometidas… PESE a todo lo anterior, Cardenales tuvo la posibilidad de cambiar el destino de la serie. En el tercer careo, lleno de incidentes, se perdieron ventajas de 5-4 en el octavo y de 7-5 en el décimo. El laborioso Hassan Pena no tuvo suerte en el fatídico episodio. Con dos fuera y uno en base, Flores quedó vivo en un foul tip y sacó cuatro malas. Valdespín dio un machucón a segunda y llegó a salvo. Cedeño golpeó una rolata por el centro que buscaba Vargas y la bola dio en la almohadilla para generar dos carreras. Santo de espaldas.
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18 horas más tarde se reanudó la acción, 7-7. Con el pitcheo del Zulia sin piezas claves, ya utilizadas, había que sacar un out para prolongar el extrainning. Alí Castillo, en 1-2, tronó línea al centro contra Cisneros, y Orlando, generalmente seguro, falló en el fildeo. La serie quedó 3-0, pero pudo haber estado 2-2 con el posterior excelente trabajo de Omar Bencomo y el bullpen en la cuarta batalla, ganada 3-1. Anteayer, un verdugo llamado Mitch Lively volvió a empantanar a los larenses, aceptando un hit en seis tramos, hasta el jonrón de Montero en el séptimo. Los caballos Leonel Campos y Silvino Bracho llegaron para generar la explosión de altos decibeles en el parque de Maracaibo. El mejor equipo hasta la segunda semifinal se desinfló al perder su compostura, ser presa de los nervios, fallar en las rutinas… ESO sí, lejos de ser blanco de críticas, Cardenales merece elogios por su activa campaña. Arribar a una final es alentador. No ganar la decisiva entristece y duele, pero no puede borrar hechos concretos. A nadie lo conforman los subcampeonatos pero encender fuegos contra el club sería injusto por la intensidad mostrada. Lejos de arremeter contra un bando vencido con creces, lo prudente es elogiar al ganador.
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EL estadio “Luis Aparicio El Grande”, tan abandonado para una afición creciente, de vieja data beisbolera, fue un hervidero en tres fechas de mucho octanaje. Donde se sirve ron a raudales y en botellas, no se controla la cerveza con envases y cualquiera tiene un hielo en la mano, todo puede suceder. Hubo mucho hostigamiento contra aficionados larenses, periodistas foráneos. Unos cuantos hacen pasar vergüenzas a una mayoría deseosa de ver un espectáculo ameno, alejado de toda violencia. Si a Pirela lo atacaron en Barquisimeto es reprochable. Si Jairo Pérez devolvió las afrentas nadie lo justifica. De donde venga la agresividad no debe tener defensores. Sentimos el apoyo de tanta gente apenada por la actitud de quienes nos hacen creer erróneamente que las tribunas están pobladas de maleantes. Claro que no… NINGÚN equipo lleva infiltrados al parque rival. Esas son palabras policiales que corresponden a otros factores del país. Los dueños o representantes de cualquier divisa no están para declaraciones incendiarias. A los rivales se les gana con carreras y buen juego, no se les da “matarile”, lenguaje empleado por el mandamás aguilucho, directivo de tantos años en los menesteres de rigor… EL juego de pelota es para tener adversarios risueños, no enemigos. Nos encanta ver como gozan caraquistas y magallaneros la diversidad de sus gustos… COINCIDIMOS con muchos medios que recomiendan a la LVBP instruir a sus afiliados en el manejo de situaciones complicadas. Los infiltrados verdaderos son alimañas que pueden estar en todas partes. Hay que poner mano dura contra los desadaptados, vengan de donde vengan y estén donde estén. Cada quien debe lavar sus trapos sucios en casa y no tirarlos en la cesta de los otros. Igual que en la nación entera, no dejemos que las minorías nos lleven al caos y al desorden.