El presidente guyanés está haciendo lo que debe en atención a los intereses de su país, mientras Maduro Moros no hizo ni hace lo que le corresponde, consecuente con su antecesor, en abierta contradicción con una Política de Estado como la que tuvimos décadas atrás.
La contundente, hábil y persistente campaña adelantada por David Granger, como la consabida declaración del saliente Secretario General de la ONU que acatará el entrante António Guterres, luce como un problema menor frente al peligro de profundizar en nuestras vulnerabilidades con el régimen dominante en Venezuela.
No luce nada temerario otro escenario probable hacia el occidente, pues, logrando la paz e, incluso, perdonando sin justicia la violencia que ha vivido por largos años, podrá Colombia retomar buena parte de la agenda que forzosamente ha diferido. El Golfo de Venezuela es una materia pendiente y así como el vecino oriental ha aprovechado una irrepetible coyuntura, aventajado por una cancillería desprofesionalizada, no otra que la nuestra, el occidental intentará lo propio.
Conclusión a la que arribamos, compartiendo un café de ocasión, junto a José Alberto Olivar y Rajihv Morillo Dáger, pueden inferirse otras hipótesis. Por ejemplo, empecinada la dictadura madurista en preservar sus privilegios, importará y asimilará franca y definitivamente las fuerzas irregulares neogranadinas –resistentes o no al proceso de paz- para sojuzgarnos aún más, permitiendo el conflicto a los cubanos negociar su propia y airosa salida al administrar el chantaje frente a Estados Unidos y las muy probables torpezas de Trump; u ocultará la inutilidad de una doctrina militar de resistencia popular interna, como se le entiende, aunque el asunto del Golfo presionará y forzará a su urgida rectificación.
Así como una regresiva política petrolera ha conducido a la bancarrota de la industria, hipotecándonos a China por los siglos que faltan, cediendo amplios mercados a competidores que, simplemente, compiten, no hay país alguno que no haya logrado beneficiarse directa o indirectamente de los errores garrafales de Venezuela. Un régimen que ha regalado el crudo, se ha paseado por las alfombras de Cannes o acude presuroso a dar ayuda humanitaria más allá de las fronteras, mientras que puertas adentro sólo garantiza hambruna, tiene por espectáculo la represión y planea subir otra vez el precio de la gasolina, es el tonto útil de otras potencias creyéndose a sí mismo un referente respetado y promisorio.
Conjeturas nada baladíes, resultan imposibles de ventilar por el TSJ, instancia inconstitucionalmente receptora del reciente mensaje de Nicolás Maduro, pues, aún declarada la falta absoluta, la Asamblea Nacional debe escuchar y evaluar una rendición de cuentas, incluyendo las memorias ministeriales, capaces de suscitar el necesario debate de las materias más disímiles en términos políticos y de especialización que la tribuna pública haga digerible. A la sempiterna, natural y artificial sobresaturación noticiosa, se impondrá –por suerte de un pacto implícito– la conocida circunstancia: pasar olímpicamente la página para aventurarse en otras que suelen repetirla viciosamente. Vale decir, correr enfermizamente la arruga.
@LuisBarraganJ