Aquél día fue alegre, glorioso, de esperanza. Incluso para quienes éramos niños. Yo era un niño de la época, sin internet, sin celular, mensajes de texto oWhatsapp, apenas contábamos con un teléfono en la casa que no tocábamos los niños y una televisora en sus comienzos (RCTV) cuya programación infantil sólo nos era permitida bajo vigilancia de mis padres. De política no sabíamos nada, en realidad se hablaba muy poco de ese tema. Sólo sabía que había un presidente llamado Marcos Pérez Jiménez cuya gorra militar, en las fotos, me parecía desproporcionada al rostro del personaje. Oía comentarios sobre la “tenebrosa y peligrosa” Seguridad Nacional. Tenía un tío preso en Ciudad Bolívar por razones políticas. Todos esos relatos me infundían temor y repugnancia.
Se decía que había mucho progreso. Autopistas, edificios, aeropuertos, hoteles, escuelas, liceos, universidades, hospitales, puentes. Pérez Jiménez, contaban, era un obsesionado de las obras fastuosas. Corría abundante el dinero en la calle y valía bastante. Si no quieres tener problemas no te metas en política, gana dinero y vive tranquilo,era como una especie de consigna muy repetida. Siempre hubo grandes bailes, desfiles de carnaval costosos y orquestas cada vez más renombradas. Ciertamente había seguridad personal. Difícil que alguien fuera asaltado como ocurre hoy. Pero había diferencias sociales. Crecía la pobreza. No había libertad ni democracia. El plebiscito de 1957 fue un engaño, para nada reflejó lo que el pueblo sentía y quería. Había presos políticos en número cada vez más grande. Todos clamaban justicia. Hubo asesinatos políticos.Se inhabilitaron partidos políticos como AD y el PCV. Mucho exilio venezolano en el exterior. En mayo de 1957 surgió la voz del arzobispo de Caracas denunciando al régimen por lo malo que ocurría. Sobre todo la situación obrera y la persecución política. Monseñor Rafael Arias Blanco, gran arzobispo, habló a través de una Carta Pastoral que pasó a la historia patria como la Pastoral que inició la caída de Pérez Jiménez. Luego vinieron los estudiantes, siempre valientes y en la vanguardia, aquel 21 de noviembre con sus protestas y huelga en la UCV. Se sumaron los medios de comunicación social, los empresarios, trabajadores, los partidos políticos y finalmente densos sectores militares. Pérez Jiménez pensó dominar aquella situación que hizo crisis el 1 de enero de 1958 y desembocó en su caída el 23 de enero. Compadre vámonos, ”el pescuezo no retoña” le dijo Llovera Páez, su ministro de la Defensa. Y Pérez Jiménez se fue.
Todos creíamos que sería la última dictadura. Pero no. Después de 40 años de alternabilidad democrática, vivimos de nuevo en dictadura y, como entonces, la Iglesia está hablando claro y asumiendo el rol protagónico que siempre ha tenido en nuestra historia. Respaldémosla. Y en particular respaldemos a un pastor de la Iglesia Católica que ha levantado su voz firme, valiente y arriesgada. El arzobispo López Castillo. Su defensa de la libertad y la democracia es la defensa de la dignidad de la persona humana.