Un año atrás nadie, en ninguna parte del mundo, apostaba a que Donald Trump terminaría siendo electo presidente de Estados Unidos. Hace doce meses era la nota excéntrica en una campaña que se veía perfilada para que Hillary Clinton le diera continuidad al legado de Barack Obama. Lo más interesante de la política, desde mi punto de vista, es la incapacidad que tienen los analistas de poder predecirla con exactitud.
Trump en los últimos doce meses hizo todo lo contrario a lo que dicen el librito de cómo debe hacerse una campaña. Fue xenófobo, atacó verbalmente a mujeres, insultó a diestra y siniestra, hizo todo lo políticamente incorrecto. Y aún así ganó. Ya luego llovieron los análisis posteriores para explicar esta inédita carrera presidencial del 2016 en Estados Unidos.
Ahora comienza su presidencia. Como lo he dicho en el título, a Trump cabe llamarlo señor incertidumbre. Nadie sabe ahora, salvó él y posiblemente su entorno familiar (que ahora está afincado en el poder), cuáles serán en verdad los énfasis de su administración.
Trump no tuvo en la campaña, ni tiene ahora, un plan de gobierno, unas líneas de acción. Lo único que tiene Trump son miles de mensajes difundidos por las redes sociales en los que opinaba sobre esto y aquello, en los que sin pelos en la lengua, como se dice en Venezuela, lanzaba ideas al aire. Su equipo de gobierno está formado por derechistas de abolengo (incluso algunos de la era Reagan), empresarios que incursionan por primera en la política y la gestión pública y, algo importante, ex militares de alto rango que ahora se insertan en el gobierno.
Si se unen todos los factores anteriores lo único seguro es nadie sabrá hacia dónde apuntará Trump, al menos en sus primeros meses en el gobierno. La incertidumbre se adueña de un país, que por sus características culturales e institucionales, se cimentó sobre certidumbres, sobre certezas. No ha sido hasta ahora el país del cómo vaya viniendo vamos viendo. Al menos hasta ahora, pero con Trump todo es posible, incluso que haga un gobierno normal y corriente.
¿Venezuela ocupará algún lugar en las prioridades de su gobierno? Lo dudo, pero ya he dicho que puede esperarse cualquier cosa bajo la administración Trump. Con Cuba si es un asunto distinto. Allí confluirán Trump y un congreso dominado por el ala conservadora republicana para desbaratar la política de Obama hacia Cuba. Si Venezuela, bajo la óptica del gobierno de Trump, entra como un asunto subalterno en la agenda hacia Cuba entonces podrían esperarse acciones específicas.
Si Trump cumple todo lo que ha dicho en materia enérgica, por ejemplo, entonces si Venezuela se verá afectada. Si efectivamente se incrementa la producción de petróleo dentro de Estados Unidos, en aras de hacerlo menos dependiente de las importaciones, eso impactará a nuestro país en dos sentidos. Por un lado, se perderá espacio en el mercado que nos paga en dinero contante y sonante y, en segundo término, la colocación de más petróleo en el mercado hará bajar los precios internacionales del crudo.
El gobierno de Nicolás Maduro ha hecho ya varias piruetas para colocarse bajo el ala protectora de Rusia (incluso dándole un premio a Vladimir Putin), dada la pública cercanía entre Putin y Trump. La cercanía Washington-Moscú posiblemente aliente a China a tener un papel geopolítico más activo y eso abriría otras líneas de alianzas (más políticas que las económicas actuales), para un régimen como el de Maduro, pero todavía es temprano para saberlo.
Otra línea será lo que puede caracterizar ahora al Departamento de Estado, teniendo al frente de la diplomacia estadounidense a Rex Tillerson, un ejecutivo petrolero cuya experiencia central fue manejar la trasnacional Exxon Mobil, y el chavismo ha tenido no pocas diferencias con esta petrolera.
Se inicia una nueva era en Estados Unidos y muchas de las decisiones de Trump tendrán repercusión en distintas partes del mundo, incluso entre nosotros en Venezuela. Poder predecir qué hará exactamente el nuevo mandatario, además de hablar hasta por los codos, es un asunto sinsentido. Estamos ante el señor incertidumbre.