Una anécdota atribuida originalmente al astronauta estadounidense Neil Armstrong, adjudicada también a otros astronautas que pisaron la Luna, narraba que justo antes de poner el pie en nuestro satélite, el astronauta musitó: “buena suerte, señor Smith”.
Un acucioso periodista se dio a la tarea de investigar y finalmente encontró la historia detrás del dicho: cuando el astronauta era un niño, estaba jugando béisbol con su padre. Un mal bateo envió la bola de foul a la casa de los vecinos, el señor y la señora Smith. Mientras buscaba su pelota en el jardín, el niño escuchó una agria discusión. La señora Smith gritaba enardecida: “¿Quieres sexo?… ¡vas a tener sexo cuando el niñito de la casa de al lado pise la Luna!”.
Yo no sé si la anécdota es cierta, pero viene al caso porque cuando las personas creen que están ante un imposible, ofrecen cualquier cosa. Como la señora Smith, que imagino le daría un infarto cuando se enteró de que su vecinito pisaría la Luna. De haberla interrogado, tal vez hubiera dicho que se trataba de un “comentario jocoso”, cuando la realidad es que su marido estaba en todo el derecho de reclamarle lo que tanto tiempo le había negado. Cuestión de palabra.
Y es que la palabra, que otrora tenía la validez de un documento, en Venezuela ha pasado a ser un “comentario jocoso” y peor aún, en palabras de quien no tuvo palabra. De quien debería ser el modelo y no el mal ejemplo. De quien se ha burlado de todos una vez más.
El “comentario jocoso” de Nicolás Maduro fue un ofrecimiento real de alguien que pensaba que Oscar López se iba a morir en una cárcel en los Estados Unidos. Ni siquiera fue un intento de presionar al gobierno de los Estados Unidos, porque aunque fanfarronee, él sabe que ni siquiera en sueños lo intentaría, porque los gringos lo más que harían sería morirse de la risa.
El “comentario jocoso” se le devolvió como un boomerang, como tantos otros desacertadas afirmaciones. Leopoldo López seguirá preso, porque como la señora Smith, Maduro fue sorprendido por la realidad.
Venezuela necesita modelos. En todos los sectores, no sólo en el gobierno. Y entre los valores está el de la palabra empeñada. La gente digna la mantiene por la calle del medio, pase lo que pase. Pero la dignidad también escasea… Un “comentario jocoso”, por cierto…